PERDIGONES DE PLATA
«¡Hola niños!»
El infantilismo ha hundido sus zarpas en nuestra sociedad sin posible vuelta atrás
Felicidad perruna (21-3-2023)
Tras la máscara (18-3-2023)
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Iniciar sesiónLos programas infantiles que vomitaba la tele durante mi niñez repelían porque los presentadores te hablaban como si fueses idiota rotundo. Lo que más odia un crío es que te dirijas a él como a un crío; esto es, masticando palabras desde un tono aflautado ... como de melodía cursi mediante inflexiones de tiovivo. Detestaba sobremanera cuando saludaban a los menudos espectadores con un estridente «¡hola niños!» como de recalcitrante pederasta camuflado de amiguito. Yolanda Díaz, para convidar al personal a su fiesta, abusó de ese tonillo y desde algunos sectores se han burlado de ella. Bueno, bien, vale. Pero del mismo modo en el que no conviene despreciar la sabiduría de los viejos cocodrilos capaces de propinar alguna dentellada graciosa en forma de réplica, no resulta inteligente menospreciar la cantarina y ondulante forma de hablar de la vice.
El infantilismo ha hundido sus zarpas en nuestra sociedad sin posible vuelta atrás. Quizá todo demarró con la irrupción de los parques de atracciones, lugares donde en realidad los que disfrutan gritando sobre las montañas rusas son los padres. Halloween colapsó nuestras tradiciones porque, de nuevo, lo padres gozaban como bellacos disfrazando a sus hijos con vestimentas frondosas entre extra de 'Los Diez Mandamientos' y estrella de rock gótico. El patinete eléctrico (me obsesionan los talludos circulando en patinete) certificó el triunfo de la infantilización, pues una persona mayor surfeando sobre un patinete supone el atroz regreso a la infancia tontiloca. Yolanda Díaz sabe que vivimos tiempos aniñados de minipantalla y fruslería de red social, por eso, esa parla suya infantiloide conmueve el alma de los que valoran el toque de abeja Maya porque creen que eso representa amor, bondad, solidaridad, buen rollo y mermelada sostenible, ecológica y resiliente para desayunar con una rebanada de pan integral elaborada en un horno moruno. Pretende captar a los que confían en las hadas y los elfos, y ahí hay un importante cacho. Un 'biquiño', sufridos lectores.
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