perdigones de plata

Los esforzados

En esta España, la atmósfera, en vez de dirigirnos hacia levantar una pequeña empresa, nos conduce hacia la paguita

Ahorrar (17/4/23)

Realquilados (14/4/23)

Se están levantando temprano desde hace varias semanas por primera vez en mucho tiempo. Desayunan. Se duchan. Resoplan. Bufan. Se miran al espejo y se animan como explican en los libros de autoayuda. «Tú puedes, tú puedes, tú puedes», se repiten. Una vez mentalizados agarran ... el ordenador y se enfrascan en la pantalla. Y bucean en ella. Y se zambullan en el espeso y demoledor légamo de la burocracia. Y se irritan al descubrir lo difícil que es entender las milongas que exigen para recibir una paguita de esto o de aquello. Pero no arrojan la toalla. Perseveran. Insisten. Embisten. Llaman a ese amigo abogado que igual les chiva un truco ganador, o a esa amiga que es funcionaria por oposición y a lo mejor conoce las grietas de las covachuelas por donde filtrarse.

Están trabajando, en definitiva, como bellacos. Incluso se han marcado un horario de mañana y tarde. El premio lo merece. Una paguita de por vida así por la cara, nada menos, y a rascarse los sobacos mientras estén entre nosotros, que era la gran ilusión de Bukowski. Son dos personas de mi entorno las que andan roturando el secarral para lograr su objetivo de fértil paguita. Se agarran a un par de camelos difusos, a unas opciones lejanas, para conquistar la cumbre de la sopa boba, pero se dejan los cuernos en ese objetivo porque desean alcanzar la meta. A veces creen lograr un pequeño avance. «Me he enterado de que si alego tal movida conseguiré superar tal filtro…», te aseguran con cierto entusiasmo en la mirada. Luego, ante un revés, se desinflan porque sufren un carrusel emocional importante, acaso devastador. Asisto perplejo a sus trapicheos mientras observo que es una pena el derroche de tanta energía, y que sí encauzasen sus energías para emprender un negocio, por ejemplo montar una mercería o una peluquería canina, tendrían éxito garantizado porque espíritu de sacrifico no les falta. En esta España nuestra, la atmósfera, en vez de dirigirnos hacia levantar una pequeña empresa, nos conduce hacia la sagrada paguita. Seguimos para bingo.

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