Perdigones de plata
Culeros
Agazapado en las sombras, salta de vaso en vaso cuando el propietario abandona su copa
Tres calaveras (18/12/2023)
Cazar jueces (15/12/2023)
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Iniciar sesiónHace más de dos décadas que no atravieso la noche y sus placeres de pecados un poco de todo a cien, pero me gusta permanecer atento a lo que se mueve cuando los gatos son pardos y cuando estalla el imprevisto, a veces chabacano como ... una farola oxidada, a veces glorioso como una seducción espontánea con final feliz. La noche y la golfemia se alejan del diurno horario oficinesco, por lo tanto son propensas a la aventura violenta y sentimental. Así pues, pregunto mucho a los amigos que todavía gustan de recorrer las barras y a los que trabajan en los garitos.
De ese modo me he enterado de que la entrañable figura del culero no ha desaparecido. Acaso estaba hibernando, pero nunca abandonó su culebroso esfuerzo. Al culero no hay que confundirlo con el 'porculero', o sea con ese pelma de alma sepultada por los escombros que reparte sus babas indecentes. El culero es aquel que, agazapado en la sombras, observa las evoluciones del respetable y salta de vaso en vaso justo cuando el legítimo propietario abandona su copa porque sólo queda un culín de bebida. Al culero, estómago a prueba de bombas, le importa un bledo repelar un Cointreau con piña, un gintonic, un güisqui amansado por una cola, un Marie Brizard o un chato de morapio. El culero actúa con la veteranía y la invisibilidad de un sin techo pero en versión barera de intramuros. Mis fuentes confirman que han irrumpido con brío, los culeros, y esto lo achaca uno a la crisis económica que se avecina. Si sopla la bonanza, al culero, personaje indispensable, a medio camino entre mosca de bar de Bukowski y taburete desportillado que forma parte de la decoración, se le invita a una copa como si fuese Dean Martin en 'Río Bravo'. Pero si percibe el fétido bufido de la crisis, el culero, siempre atento y reptiliano, recupera la costumbre de reabsorber las humildes migajas líquidas de los vasos para cargar las pilas. La mayoría de los economistas suelen acertar a toro pasado, pero el culero se anticipa y no miente porque representa la verdadera prueba del algodón.
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