El desplome de los pedidos anuncia una recesión en la industria española y eleva la inquietud por la economía

La singular operativa de este índice revela que por encima de 50 puntos la actividad sectorial se está acelerando, mientras que por debajo de ese nivel está experimentando una contracción. Se trata de un indicador adelantado, ya que se elabora a partir de las previsiones de pedidos del sector, pero en el caso de la industria española ya encadena cinco meses de deterioro y además coincide con las señalas que envía el Índice de Producción Industrial del INE, que revela ocho meses de estancamiento, con datos de contracción de la actividad que no se veían desde la pandemia. Y las perspectivas, según los analistas del Hamburg Commercial Bank, no son particularmente halagüeñas: «La situación empeorará antes de volver a mejorar», auguran.

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El desplome de la actividad industrial, que está sucediendo en toda Europa y que en España tiene un impacto menos significativo sobre el comportamiento de la economía por el mayor peso que tiene el sector servicios en el modelo productivo local, alienta la inquietud sobre la situación económica, ya comprometida por el brusco encarecimiento de la financiación de familias y empresas a cuenta de la espiral de subidas de los tipos de interés y por la atonía de los principales clientes de la exportación española: Alemania y el resto de países del centro de Europa, Estados Unidos y en última instancia China.

Con el sector industrial nacional gripado, el turismo está ejerciendo una vez más de salvavidas para la economía española. Según la última actualización del Observatorio Financiero del Consejo General de Economistas, publicado este viernes, la pujanza de la campaña turística estival, que está moviéndose en cifras similares a las de la temporada de 2019, antes del impacto de la pandemia, blinda la previsión de crecimiento del 2,3% para este año.

Más incertidumbre se observa a medio plazo. El Colegio de Economistas teme que la persistencia de la inflación empuje al BCE a volver a subir los tipos de interés en su reunión de septiembre y, como consecuencia, a acelerar el enfriamiento de la economía que ya se prevé para el próximo año.

Incluso aunque no lo hiciera el BCE, ya ha deslizado que espera que el impacto de las subidas de tipos sobre la economía se perciba más en 2024 que este año, por el desfase en la traslación de las decisiones de política monetaria a la economía real, que el Banco de España estimó hace unos meses en entre seis y 24 meses.

A los economistas les preocupa también el impacto que la persistencia de los tipos de interés en niveles altos pueda tener sobre el saldo fiscal de las administraciones públicas españolas, por la presión que puedan ejercer sobre los gastos financieros el incremento de la deuda pública y a más largo plazo el impacto del envejecimiento de la población en la evolución del gasto de las pensiones.

La previsión del Gobierno continúa apuntando a un crecimiento del 2,4% en 2024, superior en principio al 2,1% proyectado para este año, pero una gran mayoría de los analistas son de la opinión que el PIB español crecerá menos el año que viene y, de hecho, el pasado mes de julio el panel de Funcas –que vuelca la opinión de una veintena de institutos de análisis– arrojó más revisiones a la baja que al alza. Tras Jackson Hole, los analistas esperan que el BCE revise a la baja el crecimiento de la eurozona para 2024.