Perdigones de plata
Cornetas y tambores
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Iniciar sesiónEl Domingo de Ramos mi madre irradiaba una felicidad que nos contagiaba. Disponía una hilera de sillas sobre la acera para invitar, allá en el pueblo, a la parentela y las amistades que, de ese modo, asistían a la gran procesión. Por la mañana ... barría y regaba ese trozo de acera convertido en palco principal. Me recuerdo, si la climatología no lo impedía, con pantalones cortos, aguardar ansioso el tránsito de las cofradías. Todo emocionaba. Los capirotes, los cirios, los pasos, el estallido color, ese especie de ramalazo flotando trufado de dolor contenido, de respeto a flor de piel. Pero las bandas de cornetas y tambores me hipnotizaban.
Mucho enchufar en casa cuando acuden visitas, ahora, de viejuno, a Miles Davis y a John Coltrane para parecer finolis y cosmopolita, pero uno se viene arriba, muy arriba, con el sonido primitivo y recio de las cornetas y los tambores que te trapasa el alma y te deja el espíritu herido, al borde la conmoción. Uno, que es así de simplón, yo qué sé. No olvido a la minifaldera oxigenada que lideraba el cortejo musical, esgrimiendo orgullosa el estandarte de la banda, y al primer corneta (¿se llama así?) proyectar sus chiflidos estridentes como si fuese un Louis Amstrong de extrarradio, o al primer tamborilero (¿se llama así?) lanzar una especie de solo como si fuese un Gene Krupa escapado de una vivienda de protección oficial. Vestían como paramilitares y segregaban el aspecto fiero de los chicos rudos a los que no conviene incordiar. Cuando pasaban a tu vera, marciales, bizarros, abombando el pecho palomo, sentías el clásico subidón-subidón sin necesidad de paraísos artificiales. Anteayer, Domingo de Ramos, me acordé de mi madre. Es curioso como somos el producto de lo que vivimos en el hogar. Mi padre nos inyectaba en vena la tinta de los clásicos y mi madre nos hacía disfrutar cuando las fechas importantes. Al final, supongo que en España casi todos somos un poco marqués de Bradomín, o sea feos, católicos y sentimentales. Bueno, y uno algo friki también. A mucha honra.
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