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Perdigones de plata

Lo de la Argudo

La pieza era brillante, descacharrante, gracias a una prosa, la suya, entre fresca y desmelenada

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Ramón Palomar

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No me reía tanto desde hacía lustros. Por desgracia, no soy de risa fácil. Uno se ha tronchado en ocasiones con escenas de los hermanos Marx y con algunos ácidos párrafos escritos por Céline, Bukowski o Kennedy Toole. Los payasos del circo jamás provocaron mis ... carcajadas. Y Charlie Rivel me deprimía. Pero la otra mañana, leyendo aquí mismo el reportaje de Rebeca Argudo, repasando desde el amanecer hasta el anochecer la parrilla de la televisión de todos teledirigida por los sectarios, resultaba imposible contenerse. La pieza era brillante, descacharrante, gracias a una prosa, la suya, entre fresca y desmelenada. Cada píldora desprendía talento y mucha ironía.

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