Tiempo recobrado
El mal invisible
Tal vez la soledad no es lo peor que les sucede a los enfermos
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Iniciar sesiónCuando Hans Castorp llega al sanatorio de Davos para visitar a su primo, enfermo de tuberculosis, no sabe que permanecerá allí siete años. Cerca de las cumbres alpinas, el joven Castor se enamora, esquía, lee, hace excursiones y mantiene largas conversaciones filosóficas. Esta es la ... historia que cuenta Thomas Mann en «La montaña mágica», publicada en 1924.
Aunque la tuberculosis es una enfermedad provocada por una bacteria, y por tanto es contagiosa, los inquilinos del hospital se mueven con total libertad y se relacionan con los visitantes y los habitantes del pueblo. No existe ni el menor asomo de estigmatización en la narración de Mann, como no lo hay cuando hablan de ella Chopin, Keats y Byron.
Naphta, el jesuita que deslumbra a Castorp, dice: «Ser hombre es estar enfermo». El médico de «Armance», el relato de Stendhal, tranquiliza a la madre de un tuberculoso con el argumento de que esa condición es un estado natural de los jóvenes melancólicos. La tuberculosis, que ataca también a los pulmones, fue una enfermedad muy común a lo largo de los siglos XVIII y XIX y la primera mitad del XX. Es fácil hallar numerosas referencias literarias y, en casi todas ellas, el síndrome es visto como algo romántico y liberador. Byron escribe: «Me gustaría morir de consunción».
El tuberculoso no sólo no se aislaba, sino que se jactaba de su estado como un signo de distinción y de enaltecimiento espiritual. Su padecimiento era soportable porque, aunque llevara a la muerte, era noble.
Un siglo después de la novela de Mann, la mirada del hombre contemporáneo sobre el coronavirus ha cambiado. Y no sólo por la diferente naturaleza del mal que nos asola sino también porque lo que ha mutado es la idea de la enfermedad en una sociedad que sacraliza la salud y la considera como el valor supremo. La primera característica de esta pandemia es que los enfermos son invisibles, se les aísla, se les expulsa del reino de los sanos y se les confina con la prohibición de relacionarse con el prójimo. Los infectados mueren solos en sus habitaciones en el hospital y son enterrados con el menor ritual posible. Da la impresión de que hay prisa para llevarlos al cementerio.
Pero tal vez la soledad no es lo peor que les sucede a los enfermos. Hay una especie de estigmatización inconsciente del síndrome por su naturaleza infecciosa e incluso pecaminosa. Es muy fácil albergar esa sensación cuando uno no sabe por qué se ha infectado y es consciente de la amenaza que representa para los demás. Apolo castiga a los aqueos con una peste por haber secuestrado a Helena.
El coronavirus ha hecho resurgir además en nuestra sociedad la idea hobbesiana del «Homo homini lupus», una concepción que implica que el hombre es malvado por naturaleza y que resulta un peligro para sus semejantes. El covid es un grave problema, pero también la mirada que hemos introyectado sobre esta enfermedad.
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