TIEMPO RECOBRADO
Cuando fuimos un país de emigrantes
No hay más que echar un vistazo a la hemeroteca para constatar la xenofobia de Puigdemont y su partido
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Iniciar sesiónNo puedo decir que yo fuera emigrante, pero sí que conocí el mundo de la inmigración en los años 70. Cuando era estudiante, trabajé durante varios veranos en una fábrica textil de Lucerna (Suiza). Y también recogí fruta y vendimié en Vernet, en el sur ... de Francia, por la misma época. Esas experiencias me pusieron en contacto con una generación de españoles que había tenido que dejar el país para ganarse la vida. Cerca de un millón de compatriotas tuvieron que emigrar en los años 50 y 60. Trabajaban de jornaleros, obreros de la construcción y personal subalterno, las ocupaciones más duras y peor remuneradas. Descubrí que no necesitaba hablar alemán en el cantón de Lucerna para sentarme en un restaurante porque todos los camareros eran españoles o italianos.
Muchos compañeros me invitaron a sus casas y pasé muchas horas siendo testigo de su forma de supervivencia. No tenían vida social, no dominaban el idioma, eran personas marginadas y sólo se relacionaban con sus colegas españoles. Casi todos me decían que su ilusión era volver a su país con ahorros para montar un negocio. Muchos habían dejado mujer e hijos en su tierra natal.
Durante un tiempo residí en un cuartucho alquilado sin ventanas y sin baño en Lucerna. Dormía sobre una colchoneta en el suelo. Pero me daba igual porque sabía que mi contrato era de tres meses y que volvería a Madrid. Me consolaba paseando por el lago de los Cuatro Cantones y leyendo mientras el sol se ponía tras las cumbres alpinas.
Perdone el lector lo que podría interpretar como una divagación personal, pero no era ésa mi intención. Lo que pretendía es establecer la similitud de la situación de aquellos españoles que emigraban a Alemania y a Suiza hace 60 años con la de quienes llegan hoy a nuestras costas en pateras o de forma ilegal, en condiciones mucho más dramáticas que las de entonces.
Fuimos un país de emigrantes y lo hemos olvidado. No ya sólo por el paso del tiempo sino también porque disfrutamos de una prosperidad de la que carecíamos entonces. Muchos de los ciudadanos que expresan su rechazo a la inmigración y que son partidarios de cerrar nuestras fronteras ignoran ese pasado no tan lejano. Por eso, me parece tan peligroso como oportunista el pacto entre el PSOE y Junts para ceder al nacionalismo catalán las competencias en materia de inmigración, sin ninguna explicación del Gobierno. No hay más que echar un vistazo a la hemeroteca para constatar la xenofobia de Puigdemont y su partido.
Las políticas de asilo, la concesión de permisos de residencia, la redistribución y acogida de inmigrantes podrían quedar en manos del prófugo de Waterloo si éste o alguno de sus adláteres gobierna Cataluña tras las próximas elecciones. Y todo por unos votos que sólo garantizan un poco de más de tiempo en el poder.
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