tiempo recobrado
El yo aniquilado
La tolerancia retrocede, el cainismo resurge, el pensamiento único triunfa, la falta de respeto al adversario se convierte en norma
Hechos consumados (23/10/2023)
Tiempo de incertidumbre (20/10/23)
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Iniciar sesiónJean-Jacques Rousseau escribió en 1752: «Uno no se atreve a ser visto como lo que realmente es». No podía saber que casi tres siglos después sus palabras adquirirían un carácter profético. Nadie, o muy pocos, se atreven a mostrar lo que son en ... esta época donde la tiranía de lo políticamente correcto nos ahoga.
Se produce una gran paradoja en las sociedades occidentales de nuestro tiempo: existe una gran libertad de expresión, reconocida por las leyes y garantizada por la pluralidad de los medios, que contrasta con la creciente uniformidad de las opiniones. Los mecanismos de autocensura son más fuertes que nunca, los dogmas imperantes pasan a ser irrefutables y cualquiera que los cuestione es arrojado a las tinieblas del oprobio.
Reconozcámoslo: el precio por contradecir esas verdades establecidas por el Poder, escrito con mayúsculas, es demasiado alto. Apartarse de los discursos dominantes del feminismo, los derechos LGTBI o los cánones de la izquierda biempensante, siempre revestida de superioridad moral, supone un castigo que disuade a quienes osan internarse en esos peligrosos territorios.
Yo no soy una excepción y mido mis palabras en mis columnas y en las tertulias porque soy muy consciente de que puedo ser lapidado por mis opiniones. De nada sirve razonar y evitar los insultos. Siempre hay alguien que se siente ofendido y que te descalifica con juicios de intenciones, basados en el rencor y los prejuicios.
Todo esto suscita perplejidad por la sencilla razón de que lo que creíamos un avance irreversible tras el final de la dictadura y la Transición, se demuestra ahora frágil y precario: la tolerancia retrocede, el cainismo resurge, el pensamiento único triunfa, la falta de respeto al adversario se convierte en norma de conducta. Intentar comprender y no juzgar es un anatema para quienes se refugian en la seguridad de lo absoluto.
En cierta forma, estamos volviendo a una concepción medieval del mundo por la que los súbditos estaban vinculados a los dogmas incuestionables de los reyes y la autoridad religiosa. El Renacimiento supuso la eclosión del yo y el nacimiento del artista individual, mientras el comercio se empezaba a desarrollar en las ciudades. Siglos después, la Ilustración trajo consigo la autonomía de la razón y del ser humano. El progreso de las democracias liberales a lo largo del siglo XIX consolidó los derechos individuales.
La paradoja reside hoy en que todo ese sistema de valores está en cuestión porque se está poniendo en peligro su pilar más básico: la libertad de pensar y de expresar las opiniones, amenazadas por una intolerancia que quiere imponer la unanimidad no por la fuerza ni por la violencia sino por la coacción moral. Ya lo escribió Rousseau: soy único, irrepetible e imperfecto. Todos lo somos afortunadamente.
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