tiempo recobrado
Tiempo de incertidumbre
Luchamos para adquirir certezas y estabilidad, pero las cosas se pueden derrumbar en un momento
Maniqueísmos (16/10/23)
Lógica de la barbarie (13/10/23)
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónA medida que vamos cumpliendo años, crecen las incertidumbres mientras aumenta la inseguridad sobre el porvenir. Al menos ésta es mi experiencia. Me consuela una frase de Kant, que decía que «la inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbres que ... puede soportar».
También es cierto que se necesita ilusión y aferrarse a alguna esperanza. Nos gusta pensar que el futuro será mejor que el presente. La vida tiene momentos que merecen la pena e incluso es posible asimilar las desgracias como una prueba que agudiza nuestra lucidez.
He sufrido la perdida de familiares y amigos en los dos últimos años y empiezo a tener la sensación de que todo se desmorona a mi alrededor, de que el mundo que he conocido ya no existe y que todas mis referencias están desapareciendo. Soy consciente de que es una consecuencia de mi edad, pero eso no deja de ser una vana racionalización.
Tengo una foto en la que estoy en brazos de mi abuelo que data de 1955. Me parecía un anciano cuando la veía. Ahora soy trece años mayor que él cuando se tomó esa imagen y tres años mayor que mi padre cuando murió de una terrible enfermedad. Me resulta difícil aceptar que la vida ha pasado en un momento, sobre todo, porque los recuerdos de mi infancia están tan vivos en mi cabeza como si hubieran sucedido ayer.
En este lapso de tiempo, todo ha cambiado vertiginosamente. El entorno, las personas, los objetos de aquella época son ya sólo un recuerdo que parece tan irreal como un sueño. Cuando yo nací, las mercancías se distribuían en carros tirados por caballos, la televisión no existía y había todavía calles sin asfaltar en mi pueblo.
Pero sin remontarme tan lejos, nada es igual desde la pandemia, un fenómeno totalmente imprevisto que demostró nuestra fragilidad. Luego vino la guerra de Ucrania y ahora, la de Gaza, dos calamidades que ponen en evidencia la barbarie humana que emerge de nuevo a pesar del progreso y el buenismo dominante. Esto me lleva a enlazar con el principio de esta columna: la incertidumbre que subyace en nuestras vidas. Nada es permanente y, seguro, todo está sometido a unas leyes misteriosas que escapan a nuestro control. Nassim Taleb acuñó el concepto de «cisnes negros» para expresar aquello que se sale de lo previsible.
Yo diría que casi todo es imprevisible en nuestra existencia. Luchamos para adquirir certezas y estabilidad, pero las cosas se pueden derrumbar en un momento. Da la impresión de que el azar gobierna aquello que nos sucede. Como apuntaba Camus, sólo la rebeldía contra lo absurdo nos puede mantener en pie. Ojalá fuera posible disfrutar el presente sin pensar en el futuro, pero eso es muy difícil y requiere una sabiduría de la que carezco. La incertidumbre es una pesada condena que llevo muy mal. Me falta fe. Ojalá la tuviera.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete