la tercera
Ampliar la UE, entre necesidad y virtud
La ampliación de la UE se ha convertido en una cuestión de credibilidad y supervivencia a causa de la guerra en Ucrania»
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MIRA MILOSEVICH
Una de las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania es el cambio de la percepción que la Unión Europea ha tenido hasta ahora de su seguridad y estabilidad. Los estériles debates de la última década sobre la fatiga europea de la ampliación han sido ... seguidos por los que tratan de una adhesión acelerada a la UE de Ucrania y Moldavia, sin olvidar a los países de los Balcanes Occidentales (Albania, Bosnia Herzegovina, Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro, Serbia). La UE da por hecho que la ampliación es necesaria, beneficiosa y que ya no se trata de si se hará, sino de cómo y cuándo se hará. Los argumentos que justifican el expediente de volver la necesidad virtud son muchos, pero dos de ellos llaman especialmente la atención: 1) La UE no debe perder su credibilidad, porque ha prometido a estos países que serán miembros, y 2) la ampliación hacia el este garantizará la estabilidad y seguridad de las fronteras de la UE.
El primer argumento, el de que la UE no debe perder su credibilidad, resulta cínico, ya que la UE ha perdido su credibilidad en los Balcanes Occidentales. En el Consejo Europeo de Tesalónica, celebrado en 2003, se prometió el ingreso a todos los Estados balcánicos, pero desde entonces solo Croacia ha logrado entrar, en 2013. El de los otros países de la zona se ha estancado por disputas bilaterales y falta de voluntad para reformarse. Francia, Dinamarca y los Países Bajos colapsaron abiertamente el proceso de ampliación (y otros estados miembros lo hicieron en privado). El caso de Macedonia del Norte, que durante 17 años ha esperado la invitación a comenzar las negociaciones para la adhesión, es paradigmático: tuvo que cambiar su nombre para complacer a Grecia y, el año pasado, Bulgaria exigió como condición que los macedonios reconocieran que su idioma tiene raíces búlgaras. No se trata solo de fatiga europea sino de la miseria de los pequeños Estados que, bajo paraguas de la UE, siguen siendo hostiles y vengativos hacia sus vecinos. Se puede decir lo mismo de las exigencias de Grecia para con Albania o de Croacia hacia Serbia.
La agresión de Rusia contra Ucrania lo ha cambiado todo. La paz y estabilidad de toda Europa del Este están derrumbándose, con terribles consecuencias para el continente en su conjunto. El hecho de que Rusia haya estado al acecho en los Balcanes aprovechándose de los conflictos no resueltos en Bosnia Herzegovina, Kosovo e incluso Macedonia del Norte, no fue percibido por Bruselas como una amenaza a su estabilidad. Aunque la candidatura exprés de Ucrania y Moldavia es una bofetada a los ciudadanos de los Balcanes, ahora surge también para ellos una nueva oportunidad. La pérdida de crédito de la UE en los Balcanes Occidentales tiene ramificaciones en Ucrania y Moldavia. La credibilidad futura del compromiso de la UE con las aspiraciones de ambos nuevos solicitantes dependerá de la eficacia del proceso de ampliación para ofrecer resultados tangibles a quienes ya han estado negociando durante años. Los ucranianos y moldavos se enfrentarán a la decepción y al recelo respecto de la UE a menos que esta resucite el proceso de ampliación con países que, como Macedonia del Norte, Montenegro o Albania, han progresado seriamente en las reformas exigidas.
Atañe al interés propio de la UE revitalizar el proceso de ampliación, porque los Balcanes Occidentales son un elemento crucial de la seguridad de Europa. La geografía, estabilidad, seguridad y resiliencia democrática de esta región están ya inevitablemente unidas a las de la UE. Cualquier planificación para el desarrollo y consolidación de la autonomía estratégica de la UE y la soberanía de sus Estados miembros se verá fatalmente socavada si el espacio de seguridad europeo de los Balcanes Occidentales sigue siendo objeto de enfrentamiento geopolítico.
Sin embargo, el segundo argumento, el de que la ampliación de la UE traerá automáticamente más seguridad y estabilidad a la UE no es del todo cierto, porque una y otra cosa dependen mucho menos de la UE que de la Alianza Atlántica. En una guerra convencional, solo la OTAN sería capaz de defender a estos países, por lo que la entrada de Ucrania en la UE sin la resolución de su conflicto con Rusia, enfrentaría directamente a la UE con Moscú, como lo estipula el artículo 42.7 del Tratado de la Unión. El Kremlin intervino militarmente en Georgia en 2008, en Ucrania en 2014 y 2022, y ha mantenido «conflictos congelados» en Transnistria (Moldavia) y Nagorno -Karabaj (que ha concluido con la victoria de Azerbayan hace unos días), buscando así mantener su influencia en el espacio post-soviético e impedir de este modo a las repúblicas ex soviéticas convertirse en miembros de la UE y la OTAN. Ampliar la UE sin ampliar la OTAN sería un gesto suicida de Bruselas. Comenzar las negociaciones de adhesión con Ucrania y Moldavia es, sin duda, un gesto simbólico de apoyo al desarrollo democrático de estos países, pero aumentará las tensiones geopolíticas con Rusia, lo que no quiere decir que la UE deba renunciar a emprenderlas, pero no sin tener bien clara una estrategia de contención de Rusia, que incluya, junto a la puesta en acción de recursos políticos y diplomáticos, una disuasión militar creíble (y de ahí el papel fundamental de la OTAN).
En los próximos años, la perspectiva de la ampliación desatará todo tipo de conflictos y debates. La Unión apenas ha comenzado a lidiar con los desafíos, costos, riesgos y desventajas que puede traer una UE ampliada, y menos aún con la perspectiva de reacciones populares no solo contra esta o aquella adhesión, sino contra la propia Unión en su conjunto.
La ampliación de la UE se ha convertido en una cuestión de credibilidad y supervivencia de la misma a causa de la guerra en Ucrania. Sin embargo, la necesidad geopolítica no puede convertirse en virtud democrática sin un proceso paralelo entre los países candidatos, que deben acelerar las reformas, y la UE, que debe acelerar su transformación. Una transformación que solo tendrá sentido si no baja el listón de sus exigencias, aumenta la capacidad de su actuación y conserva lo que es, en esencia, su poder normativo: el respeto al Estado de derecho y a la democracia liberal. Lo que implicará un amplio proceso de cambios presupuestarios, regulatorios y también un intenso debate sobre los procesos de toma de decisiones por mayorías para acoger a nuevos miembros. La UE está en una crisis marcada por la necesidad y la imposibilidad. De ella depende convertirla en una oportunidad, sin paralizarse ante este desafío.
Investigadora Principal del Real Instituto Elcano
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