RENGLONES TORCIDOS
No me cuente usted su caso
Quise saber más de la guerra preguntándole a mi abuela, su mujer. Fue en vano, se negaba en rotundo a revivir esa época
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Iniciar sesiónSe dice que un niño se vuelve lector acérrimo cuando encuentra la primera saga de su vida. La mía fue la de Celia, de Elena Fortún. Me conquistó con el primer capítulo del primer libro, donde el Rey Baltasar explica a la protagonista que no ... tiene tiempo de repartir regalos a todos: deja los de los niños pobres en las casas de los ricos, para que estos se los entreguen a sus auténticos dueños. La explicación diluyó mis dudas infantiles sobre los Magos de Oriente, por ahí me enganchó la autora y devoré todos sus libros de golpe siendo una enana, incluido 'Celia en la revolución', que ya nada tenía que ver con lo infantil, y sí con el sufrimiento de la Fortún durante la Guerra Civil.
Sobre la contienda apenas sabía yo algo más allá de alguna anécdota suelta que contaba mi abuelo, que combatió en ella. En el libro se hablaba de fascistas y republicanos. «Abuelo –pregunté– ¿tú eras un fascista?». «Sí, aunque prefiero decir nacional». No mencionó en ningún momento que a los republicanos se les llamaba también rojos. Quise saber más de la guerra preguntándole a mi abuela, su mujer. Fue en vano, se negaba en rotundo a revivir esa época. Su familia paterna era alemana, cayeron en el frente ruso su padre y su hermano, entre otros familiares. Saga de militares por parte de madre, sus tíos murieron en las filas republicanas, excepto uno que logró emigrar a México. Natural la falta de maniqueísmo de mi abuelo.
Crecí pensando que, por cuestión de probabilidad, la gente de mi edad provenía de familias 'mixtas' como la mía, con historias trágicas en ambos bandos. Creí también que les habría causado curiosidad saber cómo habían sido las vidas de sus mayores, más allá de la Guerra Civil. Descubrí que la 'gerontofilia' era, por lo general, cosa mía, y que a la mayoría de mis amigos no les generaba curiosidad la niñez y juventud de sus abuelos. Llegué a la Universidad y me encontré con algunos compañeros obsesionados con llamar fascista a todo lo que les desagradaba.
Mi abuelo escribió sus memorias como combatiente en la Guerra Civil. Las tituló 'No me cuente usted su caso', frase que se repetía constantemente tras la contienda: todo el mundo pasaba por circunstancias trágicas, lo último que se deseaba era conocer más historias angustiosas. Había que pasar página y seguir adelante. Fue la generación que supo a dónde conduce aquello de la necesidad de romper unos cuantos huevos para hacer una tortilla. La nuestra adolece profundidad: nuestro hedonismo y vacuidad lleva a algunos a encontrar sentido vital en ideas peregrinas, como la indefinición sexual, y a otros a retomar causas que ya se sabe cómo acabaron. Hegel decía que la historia se repite dos veces. Marx redondeó la idea añadiendo que la primera es una tragedia, la segunda una farsa. Y yo lo que siento es que vivimos más bien una tragicomedia y no sé todavía si reír o llorar.
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