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¿Cómo tratar con la Neoinquisición?
Cervantes se burló de los canceladores desde la página uno. O ¿por qué creen que no quiso nombrar aquel lugar de La Mancha?
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Iniciar sesiónLa noticia de que se están reescribiendo los crímenes de Agatha Christie, a quien conocí de cría encarnada en Jessica Fletcher, me llega mientras leo una novela negra muy negra, tan cargada de insultos y violencia que a veces tengo que parar para respirar. Hay ... tanta mala hostia y tanto dolor de cuchilla malnacida en sus páginas que yo, de colegio de monjas, que no oculto mi lado cursi sino que lo cultivo, he decidido subrayar las palabras malsonantes, injuriosas, discriminatorias, ofensivas y de escarnio que sobran para pasárselas no a la editorial, sino directamente al autor. El ejercicio, he pensado, me servirá de prueba por si tengo que buscar trabajo en los tribunales de la Neoinquisición literaria. Pero a la hiriente, asfixiante y, qué duro decirlo, a la vez verosímil 'Txalaparta', de Agustín Pery, no le sobra una palabra y menos de esas que quitarían los puristas de pluma blandengue. De modo que tiro la toalla –otro trabajo para el que no sirvo– y continúo sufriendo-disfrutando con la jodida, jodidísima (nota mental: preguntar si esto se puede poner en ABC) novela mientras me invade un pensamiento feroz. ¿Seré una mala humana, insensible, atroz, por encontrar magistral algo cruel, sórdido, doloroso? Si la historia a la que me engancho es, además, realista, tanto como que ETA existió y mató y arruinó vidas, familias y sociedades, ¿es que hay algo malo en mí? La pregunta me atormenta, pero a la vez me enorgullece saber que tengo en mis manos un ejemplar de su primera y original edición, por lo que pueda pasar. Debe ser la misma sensación que experimenten estos días los propietarios de obras verdaderas de Agatha Christie. Porque, ¿y si la reescritura sensiblera fuera una estrategia para revalorizar nuestras bibliotecas? Pienso en un mercado negro, aunque no se pueda decir así, y veo la tendencia inflacionista. Callejones oscuros adyacentes a las librerías: «Hey, amigo, aquí tengo un ejemplar de 'Diez Negritos', sólo efectivo». Ahora se va a titular 'Y no quedó ninguno', para eliminar tintes racistas, cuando lo verdaderamente despectivo ahora es tacharte de hombre blanco. O de mujer blanca. Ya saben de mi afán por la igualdad.
Con un mercado blanco y otro negro, también los lectores, último reducto sin polarizar, nos dividiremos entre pro originales y pro falsificaciones. Antonio Magariños, el profesor de Latín que fundó el Estudiantes, cuyo polideportivo madrileño se ha convertido en ágora 'top' para los mítines, aprendió alemán para leer bibliografía sobre los clásicos griegos y latinos y el 'Fausto' de Goethe en V.O. Aprender de los clásicos, siempre un antídoto. Ahí está Cervantes, gran maestro de la ironía y coetáneo de nuestra Santa Inquisición. Él se burló de los canceladores desde la página uno. O ¿por qué creen que no quiso nombrar aquel lugar de La Mancha? Igual es la mejor forma de tratarlos.
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