TIRO AL AIRE
Cantar de Mio Tamames
La suya fue una clase con clase. De caballero con valores y mesura. De hombre que defiende fronteras. Porque hay que hacerlo
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Iniciar sesiónLa grandeza de Rodrigo Díaz de Vivar se ve en su sobrenombre: Cid, de Sidi o Sid, que significa señor en árabe. Lo de Campeador, batallador, se lo había ganado triunfando a favor del reino de Castilla. Fue un luchador admirado en ambos bandos. Pero ... no siempre querido. Ni siquiera por las artes, aunque su Cantar sea una de las obras joya de nuestras letras –abre el 'Grandes páginas de la literatura española' de Víctor García de la Concha–.
La representación del Cid Campeador en el arco de Santa María de Burgos no es la mejor del famoso guerrero. La escultura luce una ligera barriguita que contrasta con la esbelta estatua ecuestre de bronce de la misma ciudad y que representa al infanzón saliendo de la ciudad, camino al destierro.
Ramón Tamames no tiene barriga –aunque lo mismo nos da su físico– pero durante las últimas semanas muchos lo han pintado con una barriguita edadista sobre todo para desacreditarlo. Había que hacerlo por una razón: porque el candidato a la moción de censura era, como el Cid, un hombre admirado por ambas partes. Siempre hay dos: miren cómo volvemos al bipartidismo. Las partes de Tamames serían los extremos. El catedrático de Economía con pasado comunista llevado al hemisferio de la democracia por un partido a la derecha de la derecha. Escucharlo, sin embargo, fue todo menos extremo. Tengo algunos amigos a los que don Ramón Tamames les dio clase y confieso que ayer sentí algo de envidia. Su capacidad de síntesis –le recomendó a Yolanda Díaz que la aplique más– es de una maestría supina. En su discurso, clásico, alejado de teorías, florituras y cursilería, habló de cosas tangibles: de industria, de Gibraltar, de becas. De que no te cogen el teléfono en la Administración. De agua y tierra, es decir, de agricultura, esa espinosa cuestión que se nombra tan poco en el Congreso, como si comiéramos de otro sitio. De la Guerra Civil: «Hay que conocer la historia mejor y dejársela a los historiadores». Tamames acudió a Goya para ironizar sobre el sueño de Pedro Sánchez. Habló de Alfonso Guerra, de Joaquín Costa y del INE. La suya fue una clase con clase. De caballero con valores y mesura. De hombre que defiende fronteras. Porque hay que hacerlo. Y todo eso, a sus 89 años, cuando casi le dábamos por muerto.
La leyenda dice que el Cid ganó su última batalla ya sin vida. Sobre Babieca. Sin embargo, sostienen los historiadores que no fue así. Que no murió luchando. El final le llegó por causas naturales a los 55 años, todo un logro en sus tiempos. Pero el relato de la hazaña ficticia reforzaba su historia: el del luchador que nunca se rindió. Tamames dijo al tomar la palabra que confiaba en que su intervención fuera uno de sus «últimos tributos en pro del futuro de nuestro hermoso país». Cual caballero que no se rinde. Para qué va a servir, más allá de escuchar a un sabio en el Congreso, ya es otro cantar.
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