TIRO AL AIRE
Historia de un chip chino en Moncloa
Consciente de que ante China no podía vanagloriarse de dominar su partido ni su Gobierno, llamó a sus asesores
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Iniciar sesiónÉrase una vez un presidente español llamado Pedro Sánchez que tenía previsto viajar a China. Era un momento perfecto para lucir galones como líder de la Internacional Socialista. Además, en unos meses, su país iba a presidir el Consejo de la Unión Europea. Encantado ... con el periplo, el presidente occidental que siempre ansiaba ser el protagonista –el novio en la boda, el elegido de la Historia…– concluyó que debía deslumbrar de alguna forma al líder del Partido Comunista chino.
La idea era arrancarle algún tipo de acuerdo sobre Ucrania, lo que acrecentaría la leyenda de nuestro presidente occidental. ¿Y si pudiera organizarse en España un encuentro entre Zelenski y Xi Jinping? Para eso, nuestro 'premier' debía presentarse como el gran líder europeo, la gran voz, el hombre al que todos hacen caso. Grandioso, pero a la vez, fiable.
Ahora bien, hablar de tú a tú al líder chino no era una cuestión fácil. Éste acaba de celebrar diez años en el poder en un sistema de partido único y control férreo. Nuestro político español se devanaba los sesos sobre cómo venderse bien. Entre sus primeras ideas, presumir de cómo controlaba el mensaje de su propio partido. Le vino a la mente Emiliano García-Page y otros barones y desechó el plan. Pensó entonces en los comunistas españoles. ¡Qué encrucijada! Sí, podía alardear de gobernar junto a ellos, pero no de controlarlos. Punto difícil de explicar a cualquier mandamás chino. No era sólo que los comunistas españoles fueran por libre y nuestro presidente no tuviera poder alguno sobre sus nombramientos o dimisiones, es que hasta una de sus ministras iba a montar, pasado mañana, un partido nuevo.
Desalentado, consciente de que ante China no podía vanagloriarse de dominar su partido ni su Gobierno, llamó a sus asesores. «¿Qué podemos hacer? ¿Cómo mostrarle a Xi Jinping que puedo ser tan controlador como él?».
«Presidente», dijo uno de ellos, «para parecer fuerte, sólo hay que mostrarse fuerte». En la teoría sonaba bien. En la práctica había un problemilla. El mismo con el que han tropezado miles de políticos en todo el mundo: la prensa. Siempre hay algún periódico capaz de desmontar los montajes mejor montados de esos políticos triunfalistas. Está leyendo uno. «Eureka, lo tengo, dejaremos en tierra a los periodistas que consideremos más molestos», saltó un asesor. «Pero, ¿cómo haremos eso? Somos un país democrático», dijo otro. «A ver, trae la lista de los que han solicitado viajar con nosotros oficialmente a China. Pero… ¿qué hace aquí ABC? ¡Con las portadas que nos sacan!«, sentenció el jefe del equipo. »Vale, los borro, pero, ¿qué les decimos?«, preguntó otro. »¿Quién ha dicho que tengamos que hacerlo? No pasa nada porque alguna vez copiemos algo de China«. Satisfecho, el presidente se fue a preparar su maleta. Acababa de sumar un punto en común con Xi Jinping.
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