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TIRO AL AIRE

La banca no son los padres

Hay quien no quiere celebrar el día del padre y hay quien no quiere que exista la banca privada

Ministerio de 'after hour' (15/3/2023)

Esperar primaveras (10/3/2023)

María José Fuenteálamo

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De camino al Metro en una zona de oficinas, dos jóvenes hablaban del Credit Suisse. Pongo bien la oreja, pero como disimulo mal bajan el volumen de la conversación. Sólo pillo palabras aisladas: pánico, tormenta. Yo no tengo dinero en Suiza –¿cómo estarán los ... que sí?–, pero inmediatamente concluyo que dormiré mejor si saco todo mi dinero del banco. Primer paso, localizar la oficina. Como soy casi 'millenial' no he ido nunca. Con nunca quiero decir ni una sola vez en los últimos 10 años. Así que pregunto a Google. La sucursal que aparece está desactualizada, hay un cartel de 'Se alquila' y me empiezo a agobiar recordando dónde hay otra, aunque no sea del mío. A ver, piensa en un cajero. Tampoco. Repaso las calles. Mentalmente no localizo ninguno. Ya sólo manejo Bizum y no cuenta porque ahora no me sirve: no puedes sacar efectivo. Tampoco hay personal. Entro en bucle. ¿Cuánto hace que no tratas con un empleado de banca? Oh, igual se han extinguido. He borrado de mi mente la idea por una única razón: los 'mails', las llamadas. Ahí he comenzado a respirar. Cuando por fin he localizado una oficina no encontraba la ventanilla, básicamente porque no había. Una chica me ha visto perdida y me ha preguntado si tenía la 'app' del banco. Me he acordado de la liga de los abuelos por un mejor tratamiento bancario. Me voy a alistar. Sí, tengo la 'app', pero no me sirve para lo que yo necesito. Cuando por fin una persona me ha atendido, le he contado que quería sacar todo mi dinero e irme para siempre y me ha dicho que vale, pero qué hacemos con la hipoteca. Tocada. Ha sido peor cuándo me ha dicho lo que tenía en la cuenta. Supongo que así debió sentirse Tamames cuando la filtración de su discurso. Desangelado. No es lo mismo verlo tú en pantalla que te lo lean otros. Déjelo ahí. Le he agradecido su atención a la empleada, le he preguntado que cuánto le debía –nada, no se preocupe– y he vuelto a la calle a tomar aire. Y cafeína, para recuperar la energía. He pagado en efectivo con un billete que me dio mi padre el fin de semana, así como si nada, como para nada, aunque no me haga falta. La banca ha cambiado, mi padre no. Lo sabe hasta Montero, las pensiones son para los hijos.

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