EL RETRANQUEO
A repetir las generales
Sólo queda dirimir si la derecha se desprecia menos a sí misma de lo que desprecia a Pedro Sánchez
Hablar de uno en pasado (20/6/23)
El centrista improvisado (13/6/23)
La noche del 28 de mayo, el PSOE asumió en estado de 'shock' que no podría ganar las elecciones generales, se convocasen cuando se convocasen. Nadie en ese partido esperaba ni un correctivo tan vinculado al rechazo visceral que genera de Sánchez, ni la ... mayor pérdida de poder municipal y territorial de su historia. De ahí la precipitación con las urnas en julio. Fue un recurso a la desesperada, una inquietante reacción de volantazo arriesgado. Hoy el PSOE sabe lo mismo que sabía: que superar el centenar de escaños no es fácil, que ERC se hunde, que el PDeCAT no avalaría otra investidura de Sánchez, que Bildu debe permanecer en el congelador un tiempo y, sobre todo, que Sumar no arranca, perdida en un marasmo de contradicciones y purgas, y bajo la percepción cada vez más visible de que Yolanda Díaz es una candidata-escaparate sin mayor aplomo.
El PSOE nunca tuvo el control de su campaña en las autonómicas, y el PP y Vox no lo tienen hoy. Se debían limitar a no cometer errores, y han optado por lo contrario. Tanto a izquierda como a derecha, son equivocaciones propias que sólo demuestran un estado de histeria colectiva común y su dependencia de la 'burbuja' mediática. Demuestran que están a expensas de los vaivenes del péndulo sensorial y de las modas emocionales dictadas por esas pendencias raras de la politología urgente y de santificados 'gurús' de quita y pon: si el PP sube mucho en las encuestas, hay que rebajarlo, y si el PSOE desciende, hay que recuperarle un puñado de escaños para simular que algo se mueve. Mucho en esta campaña gira en torno al temor de que, con sólo una bala en la recámara, el disparo se frustre. Pero oleadas improvisadas aparte, algo indica que cinco años de un sanchismo atrapado en su propio barro no se podrán compensar en un mes por muchas 'guardiolas' que derramen la leche. Lo paradójico es que PP y Vox muestren tanto remilgo por sí mismos y que sea la vetusta guardia del PSOE quien admita sin complejos que Vox y Bildu, lógicamente, no son lo mismo. El mundo al revés.
Bajo esta premisa, la campaña del PSOE sólo se basa en la pretendida 'humanización' de un Sánchez que se ha deshumanizado él solo, y en la victimización de un presidente que se dice acechado por poderes ocultos, como si su propio BOE oculto no hubiese intoxicado las instituciones durante su gobierno. Ni una sola propuesta política. El de ahora es un plebiscito contra sí mismo, y de ahí sus pucheritos televisados. Sánchez sabe que no va a ganar, y su única alternativa es que ni PP ni Vox sumen una mayoría mínima de investidura, algo en lo que por cierto parecen empeñarse con ahínco y sin demasiada agudeza visual. Sánchez se resigna a que el 24 de julio empiecen a percibirse minorías de bloqueo frente a mayorías insuficientes. Ese es el motivo por el que también emite señales de permanencia al frente del PSOE si su debacle es sostenible. Y esa es la razón por la que González, Guerra, Virgilio Zapatero, Belloch, Molina, Leguina o Redondo temen que, sin relevo socialista, sin mayorías necesarias y con bloqueo repetitivo hacia nuevas elecciones, el PSOE no alcance a discutir siquiera su refundación. Es la esperanza de Sánchez. Por lo demás, solo queda dirimir si la derecha se desprecia menos a sí misma de lo que rechaza a Sánchez.