el retranqueo
La moción de la nada
Lo de Tamames ya ha sido y nadie se ha enterado. Lo que queda es solo un cuplé, una coca-cola en el desierto
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Iniciar sesiónLo más surrealista de la moción de censura impulsada por Vox no es que Ramón Tamames ya haya avanzado que hará caso omiso al ideario de ese partido, o que crea que España es una nación de naciones, o que en su trayectoria se ... haya mostrado comprensivo con el nacionalismo o con esas cosillas, bah, sutiles, del independentismo. Lo más antinatural no es que Tamames tenga casi noventa años, que su historial político dejó de brillar hace lustros, o la anomalía de que ni siquiera sea diputado, o que un antiguo y ferviente comunista simule encarnar ahora principios de Vox gracias al zigzag intelectual del tiempo y la caótica deriva de la egolatría. Ni siquiera lo más extraño es que haya dirigentes de Vox mascullando por las esquinas que el experimento es fallido desde el mismo día en que fue concebido o que será inservible para desgastar al PP, auténtica razón de ser de esta estrategia confusa y cegata de Vox. Lo más surrealista es que la moción de censura ya ha sido, y nadie se ha enterado. Así de inútil es. O ha sido. O será.
La moción va a ser solo el halo de una atmósfera enrarecida inmersa en una burbuja política y mediática cada vez más raquítica. El ebullir de la M-30 del Congreso, los tiros largos en el Escritorio, los corrillos de cigarros aburridos… todo pertenece a esa estética de los fiestorros cutres de fin de curso que generan expectativas y rezuman morbo preventivo, pero después acaban en lo de siempre, con la resaca de la nada, las medias rasgadas, la corbata desencajada y los tacones rotos. La otra burbuja, la gigante, la de los millones de españoles a quienes han dejado de interesar estas funciones circenses multitelevisadas para aparentar que esta moción, o cualquier debate parlamentario, es una cuestión de Estado, seguirá ausente, dispersa, guardando su voto y escondiéndose de un espectáculo irrelevante que solo interesa en este 'Madrit de los madriles' a cuatro pastilleros de la endogamia palaciega en San Jerónimo y a los eternos temerosos de Sánchez y de sus siete vidas.
La moción es una ficción, un regalo navideño en tiempo de torrijas con el que se deja de jugar al segundo día, una animación de entretiempo, un cuplé para cafeteros del ocio rutinario y las juntas de portavoces. Una coca-cola en el desierto del rodillo parlamentario y las inercias. Peor aún, será una mofa 'sotto voce' para inspiración de cualquier monologuista sin recursos. En los minutos basura de la legislatura nos merecemos otra cosa, no sé, una política indexada al IPC de la lógica, un ritual que alivie esta depresiva sensación de que todo, el liberalismo, el capitalismo, el feminismo, la democracia, el estado del bienestar, o esa seguridad con la que vivíamos en la solidez de un sistema bien anclado a su propia historia, se agota. Porque eso es lo que ocurre, una disolución global en un pesimismo existencial, un fin de ciclo líquido que pierde las certezas como se pierde el agua entre los dedos. No nos merecemos más hogueras de vanidosos con pañuelo de seda, ni la estampa extravagante de tipos rumiando oratoria de narciso, ni sillas de patricio romano, ni réplicas y dúplicas de verbena. Porque no, porque la moción es la nada. Porque ya ha sido, y la vida, tu vida, ya está a otra cosa.
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