pincho de tortilla y caña
A oscuras
A la larga lista de adversidades que suele esgrimir Sánchez para que nos demos cuenta del mandato envenenado que le ha tocado en suerte (volcán, pandemia, guerra y dana) ya puede añadir el apagón que según predijo él mismo en sede parlamentaria jamás tendríamos ... en España. Sostener lo contrario era un bulo inventado por los pseudomedios y los partidos catastrofistas de la oposición. Pero como lo que era imposible que sucediera finalmente sucedió, su única preocupación consistió desde el principio en dejar bien claro que nada de lo ocurrido había sido culpa suya. Los ciudadanos aguantamos como pudimos las horas de caos que se adueñaron de la península ibérica sin que ningún representante de la Administración Central diera la cara durante las primeras seis horas. Se nos informó a las dos de la tarde que el presidente del Gobierno iba a presidir el Consejo de Seguridad Nacional. A las 16:40 el departamento de propaganda distribuyó una colección de fotografías en las que se veían rostros de gran inquietud en todos los asistentes. Al parecer el método elegido para tranquilizar a la gente del común era exhibir semblantes de grave pompa y circunstancia. Las palabras estaban de más. Las especulaciones circulaban como Pedro por su casa. Lo de Pedro lo dice el refrán, no lo añado yo como muestra de mala leche. ¿'Hackers' rusos, espías del Mossad, explosiones solares, ángeles del Apocalipsis, extraterrestres? Moncloa fruncía el ceño y guardaba silencio. Los españoles sobrellevaban la incertidumbre con su ingenio característico. Las redes sociales se poblaron enseguida de memes memorables. Así estaban las cosas cuando el primer ministro portugués les dijo a sus conciudadanos que la culpa la tenía la red eléctrica española. Pies para qué os quiero: a los pocos minutos se anunció que Sánchez también haría una declaración. Primero se dijo a las cinco y cuarto. Luego, a las cinco y media. Los minutos pasaban y lo único que podía verse en la señal del 'streaming' monclovita era un fondo azul con un rótulo que rezaba «Acción de Gobierno». ¿Acción? ¿Más de cinco horas después de silencio sepulcral la palabra elegida era acción? La broma se quedó pequeña ante la que gastó el presidente cuando al fin se dignó comparecer pasadas las seis de la tarde. Su mensaje contenía dos ideas sobresalientes. La primera, que el fallo se había producido en «la red eléctrica europea» (nada de señalar directamente a nuestro país) y la segunda, que los españoles haríamos muy bien en hacer caso omiso a cualquier información que no llegara por los canales oficiales. Es decir, por los que están bajo su control. Los mismos que hasta ese momento habían brillado por la ausencia absoluta de transparencia. El propósito era diáfano: restarle credibilidad desde el minuto uno a cualquier planteamiento informativo que se atreviera a subrayar la ineptitud de su gestión administrativa. Sólo podían echarle la culpa de lo sucedido los miembros distinguidos de la fachosfera. Pincho de tortilla y caña a que ese será el relato que el Gobierno tratará de blindar a partir de ahora. Gracias a Sánchez el apagón imposible sólo duró unas horas. Si hubiera gobernado la derecha aún seguiríamos a oscuras.
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