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pincho de tortilla y caña

Opus

Tengo para mí que es imposible entender el carácter sobrenatural de una empresa si se llevan puestas las gafas de leer de tejas abajo

Reconciliación

El factor humano

Luis Herrero

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No sé cuántas veces he sido testigo de la misma historia: alguien cree haber descubierto que el Opus Dei es una institución perversa y oscurantista que sirve a intereses políticos y económicos inconfesables, y los responsables de la organización atacada ponen el grito en el ... cielo tratando de demostrar que esa tesis es una gran patraña. A veces, como en el caso que nos ocupa, la pedrada que agita el estanque es la publicación de un libro escrito por alguien tan presuntuoso que se considera a sí mismo el descubridor de un secreto que hasta ahora ha permanecido oculto a los ojos de la humanidad. Gracias a él sus lectores descubrirán una verdad insólita, nunca revelada hasta ahora, que les pondrá los pelos como escarpias: el Opus no fue fundado hace 96 años por Escrivá de Balaguer para ayudar a sus miembros a ganarse el cielo sin hacer cosas raras, en medio de los afanes cotidianos de su vida corriente, sino para prosperar económicamente con ingeniería financiera, manipular y esclavizar a las personas que se interesaran por su carisma y ayudar a que la extrema derecha se haga con el control de los gobiernos temporales y de la Iglesia católica. Ayer salió a la venta el libro de referencia. Su autor es el periodista británico Gareth Gore, que según confiesa él mismo empezó a tirar del hilo de la quiebra del Banco Popular y acabó encontrándose con el lado más oscuro de una organización religiosa que «es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo». Toma ya. No seré yo quien diga que Gore sirve a intereses espurios o que ha llegado a esa conclusión tan pomposa guiado por la mala fe. Doy por hecho que ha contado las cosas tal como las ha visto. Lo peor de su trabajo no es que llegue a conclusiones que muchos consideramos disparatadas, sino que quiera anunciarlas con la trompetería de un descubrimiento novedoso. La verdad es que su denuncia es más vieja que la tana, que está alimentada por el testimonio de personas que sufrieron experiencias personales dolorosas que ya han sido contadas hasta la saciedad y que reúne el aval de otros observadores que, desde fuera, coinciden con su punto de vista. Sus razones tendrán, desde luego. Pero tener razones no significa tener razón. Tengo para mí que es imposible entender el carácter sobrenatural de una empresa si se llevan puestas las gafas de leer de tejas abajo. Los hechos casi siempre son interpretables. Ya dice el refrán que en este mundo traidor todo es según el color del cristal con que se mira. Creo sinceramente que los directivos del Opus Dei dejarían de sufrir si entendieran de una vez por todas que no todo el mundo les entenderá jamás como a ellos les gustaría ser entendidos. Si les sirve de consuelo puedo decir que, en mi experiencia personal, por cada persona que he encontrado dañada por su relación con la Obra –algunas de ellas con más razón que un santo– he encontrado a diez felices como perdices. Pincho de tortilla y caña a que no muchas organizaciones pueden decir lo mismo.

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