pincho de tortilla y caña
El nuevo puritano
La pulsión punitiva se ha vuelto universal
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Iniciar sesiónDada la inveterada tradición de negarle el Nobel a los favoritos de las quinielas, la escritora norteamericana Joyce Carol Oates, cinco veces finalista en la carrera de los Pulitzer, se ha quedado un año más sin el galardón más prestigioso del mundo. Tal vez el ... ruido que ha organizado la pésima adaptación cinematográfica de su novela 'Blonde', basada en la vida de Marilyn Monroe, haya echado para atrás a la Academia sueca, empecinada en dar lustre a autores generalmente desconocidos para el gran público. Supongo que a Oates, decana del club de galardonables, este nuevo ninguneo le habrá importado un rábano. El tarro de su prestigio ya está colmado hasta el borde y los derechos de autor de sus obras completas le permiten vivir sin apreturas.
En todo caso, esta columna no va de eso. Va de una consideración suya, referida a la censura literaria, que encontré reflejada en un relato del periodista Gay Talese. «Cuando América no está librando una guerra –sostenía la escritora nacida en el condado de Niágara–, el deseo puritano de castigar al prójimo tiene que desfogarse en casa». Talese añade que ese principio, en los tiempos que corren, puede aplicarse a restricciones de todo tipo. Él lo cita como fuente de inspiración de los edictos contra los fumadores. Yo, con permiso de ambos, me atrevo a decir que no solo prolifera en los tiempos de paz y que, desde luego, no es exclusivo de la sociedad norteamericana. La pulsión punitiva se ha vuelto universal y constituye uno de los hechos distintivos de la vida moderna.
El puritanismo, en su origen, fue la reacción calvinista a la indulgencia católica en las sociedades anglosajonas. Y más tarde, por extensión, la respuesta general, intransigente y conservadora, a la falta de adecuación de las costumbres sociales a la moral pública. Hasta hace poco, ser puritano significaba casi lo mismo que ser retrógrado. El discurso de la izquierda siempre abominó de esa postura recalcitrante. Pero las tornas han dado un giro copernicano. Ahora, los nuevos puritanos, quienes establecen las normas de conducta moral que deben prevalecer en nuestro tiempo, son los defensores, mayoritariamente progres, del imperio inatacable de lo políticamente correcto. No hay nadie con más ganas de castigar al prójimo que los nuevos cachorros de la izquierda.
Talese se quejaba, hace unos años, de los edictos contra los fumadores. Ahora le preocupan más algunos otros que, de haber sido promulgado antes, le hubiesen impedido publicar la mitad de los artículos que ha escrito a lo largo de su vida. Los gobiernos nos dicen qué podemos decir, pensar, comer, sentir, respirar, consentir o erradicar. Y, por si fuera poco, pueblan de inquisidores los oteros y las atalayas de la vida pública, y a veces también de la privada, para que señalen primero, y cancelen después, a cualquiera que se atreva a contravenir los cánones del nuevo orden moral impuesto por el puritanismo moderno. Todo ello, además, en nombre de la libertad, ¡tócate las narices! Pincho de tortilla y caña a que si Joyce Carol Oates volviera a nacer se hacía de derechas.
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