la barbitúrica de la semana
Viaje al odio
La palabra escrita, si aspira a la literatura, es el espacio para retratar a los monstruos
Muertos por dentro
Dos alegres comadres
Si vas a escribir, no aburras. La advertencia es de Patricia Highsmith, una mujer cuyos crímenes no prescriben. La autora de 'Extraños en un tren' desplegó en su obra un territorio carente de cualquier desenlace moral. Sus personajes no aspiran triunfar sobre el mal, ... porque está en todas partes. El crimen irrumpe en lo cotidiano y la maldad acaba despojada de cualquier redención.
La maldad en Highsmith es como la 'Sangre fría' en Truman Capote. Cuando Richard Eugene (Dick) Hickock y Perry Edward Smith asesinaron a la familia Clutter en Kansas, Capote encontró un abrevadero narrativo. Contó la tragedia desde el punto de vista de los asesinos y escribió uno de los libros más importantes de la segunda mitad del siglo XX, piedra angular de la no ficción contemporánea.
Highsmith y Capote ilustran una idea concreta de la naturaleza humana que nos saca del mundo que nos hemos creado cual casa en el árbol, para devolvernos a la vida y sus alimañas. Se trata pues, de contar una historia, escribirla o escupirla. Rociar al lector con aquello que lo atemoriza. ¿Para qué o por qué? Porque la palabra escrita, si aspira a la literatura, es el espacio propicio para retratar a los monstruos.
Sobre la anatomía del mal, y sobre el viaje hacia una parte de su verdad, hay un nuevo episodio. Esta semana estaba prevista la llegada a las librerías de 'El odio' (Anagrama), libro de Luisgé Martín que narra el crimen cometido por José Bretón, en 2011. A través de una correspondencia de 60 cartas enviadas desde la prisión, Bretón cuenta a Martín cómo y por qué mató a sus hijos de 6 y 2 años. Esas confesiones, acompañadas del encuentro personal de una hora entre ambos, dieron material a Luisgé Martín para ensamblar un perfil del asesino.
Debido al adelanto en prensa del contenido del libro, Ruth Ortiz, la madre de los niños asesinados, denunció que en esas páginas se da voz al asesino de sus hijos y que en ningún momento, ni el autor ni la editorial Anagrama, se han puesto en contacto ni han enviado material. La Fiscalía de Córdoba, que abrió diligencias tras recibir el escrito de denuncia del Servicio de Asistencia a Víctimas de Andalucía (SAVA) registrado por Ruth Ortiz, ha derivado el expediente a Barcelona, donde se determinará si se autoriza la distribución de 'El odio', hasta el momento paralizada.
Corre el reloj. La balanza habrá de inclinarse en alguna dirección. Mientras la Fiscalía sopesa emprender acciones legales ante la posible vulneración del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen de los menores, Anagrama y su autor apelan al derecho a la creación consagrado en la Constitución. ¿Cuál pesa más? ¿El derecho de Ruth Ortiz a resguardar su tragedia o el de Luisgé Martín para hacer un ejercicio intelectual con una verdad ajena? Ese es el dilema de retratar al monstruo: asusta pensar cuando de él repta a nuestro alrededor. Viajar al odio nunca sale gratis.
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