el ángulo oscuro

Luis Enríquez

Enríquez quería hacer de ABC un periódico combativo e incómodo que desafiara a los poderosos y contara en sus filas con las mejores plumas

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Se marcha en estos días Luis Enríquez, después de trece años como primer ejecutivo de Vocento. Enríquez, apuesto y entusiasta, precipitado y seductor de mayores, tenía una aureola de Gran Gatsby que no duerme, o duerme a deshoras, con la barba siempre más crecida ... de lo debido por coquetería y una mirada donde anidaban secretas turbulencias. Más que traerse –como decían– la competencia al ABC, Enríquez quería hacer de ABC un periódico combativo e incómodo que desafiara a los poderosos y contara en sus filas con las mejores plumas. A mí no me contaba entre ellas (prueba evidente de que no me había leído); y además debía de caerle muy gordo, o muy carca, o muy algo, y pidió enseguida mi cabeza, que no se la entregaron de milagro, porque todavía quedaban hadas madrinas del 'viejo ABC' que me protegían.

Pero también había muchos mediocres, más falsorros que Judas, deseosos de lamerle el bálano. Y esta patulea le iba con dengues de meapilas o lord apócrifo, a quejarse de que Prada había escrito una procacidad o una intemperancia que podía molestar a los poderosos. Sus baboserías hicieron pensar a Enríquez que tal vez aquel gordo y carca a quien había querido decapitar mereciese la pena. Justo entonces, providencialmente, el dueño del Café Varela, Melquiades Álvarez, gallego de ley, me hizo una cena de homenaje. Y, aunque ya estaba con pie y medio fuera de ABC, incluí en la lista de invitados a todos los viejos amigos de la Casa y también a los mediocres que fingían escandalizarse de mis intemperancias. Ninguno se dignó contestar, pues para entonces yo era un carca y gordo amortizado. El mismo día del homenaje en el Varela resolví despedirme de más de veinte años de colaboración en ABC con un email bilioso que dirigí a Enríquez, por considerarlo responsable último de mi marcha del periódico amado, donde vomité todas las procacidades que me quedaban en el tintero: lo llamé miserable y cabrón con pintas; y le dije que le dieran por su puto culo de niño pijo. Y entonces, para mi pasmo, Luis Enríquez contestó a este 'email' bilioso, diciéndome: «Tienes razón. Es miserable que no hayamos respondido a tu invitación; pues, a fin de cuentas, tú sigues siendo a día de hoy un colaborador de ABC. Así que te ruego que pidas al amable dueño del Café Varela que me haga un hueco en esa cena de homenaje, porque voy a cancelar mi agenda de esta tarde para asistir». «Le style c'est l'homme même», que dijo el conde de Buffon.

Enríquez asistió al homenaje. Y al día siguiente pidió que se renovase mi contrato en ABC. Aunque sospecho que sigo pareciéndole un carca y un gordo, mantengo esta tribuna porque Enríquez lo quiso, con gesto de gran señor que compendia la historia más noble de ABC. Conque, Luis, como escribió el poeta, «a tu lado en el campo victorioso/ y junto a ti estaré cuando el fracaso». Siempre tendrás un amigo en este gordo y carca que sigue escribiendo en ABC porque tú así lo decidiste.

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