hay que vivir
¿Cuánto queda para que Sánchez vaya a Waterloo?
El prófugo es ya el campeón mundial en medir las tragaderas del presidente del Gobierno
Menos Francomodín y más Don Juan Carlos y la Transición
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Iniciar sesiónLa vida de Carles Puigdemont vuelve a tener sentido, la vida política, claro. El benefactor ha sido Pedro Sánchez. ¿O debería decir mecenas, filántropo, valedor? Hace ya meses que Puigdemont ha puesto pie en pared y está llevando al Gobierno al precipicio. El líder prófugo ... es ya el campeón mundial en un nuevo deporte nacional: la medición de las tragaderas del presidente. La pregunta que debemos formular hoy, que tendrá respuesta pronto, es esta: ¿cuánto queda para que Sánchez vaya a Waterloo?
El pasado mes de septiembre, día 26, la portada de ABC titulaba así: «Si Sánchez quiere mis votos, que venga a Waterloo». Este periódico lo contó porque era la frase que mejor expresaba el enfado sideral de Puigdemont con el presidente del Gobierno y porque él se lo dijo a su entorno más íntimo. Aquella mañana Puigdemont lo negó, pero la verdad se va imponiendo lentamente.
La semana pasada el líder de Junts dio tres vueltas de tuerca: infligió dos derrotas parlamentarias al Gobierno votando junto al PP y presentó una proposición no de ley (PNL) para pedir una moción de confianza al presidente. El PSOE se tragó las dos primeras y se negó en redondo a la tercera. Es más, repentinamente fue convocada una reunión en Suiza que no salió bien, pero en la que Puigdemont dejó claras otras tres condiciones. Lo contó este periódico el lunes y ayer miércoles ya se habían cumplido dos: pasar la gestión de puertos y aeropuertos a la Generalitat, un asunto grave que el PSOE siempre se había negado a hacer, pero que para Junts es esencial en su objetivo de frenar el crecimiento de Aliança Catalana; y abrirse a tramitar la moción de confianza, algo que la Mesa del Congreso aplazó hasta el 7 de enero. Ese es el plazo que tienen los socialistas para tratar de cambiar cromos con Puigdemont, porque en La Moncloa nadie quiere que Sánchez se vea sometido a la humillación pública de una moción de confianza. Salga lo que salga en la votación, esa será la demostración pública de su debilidad. Dicho en román paladino y discúlpenme: le va a caer la del pulpo. Y si hay algo más grande que las tragaderas de Sánchez es su ego. Pero ABC está para servir a la democracia y reveló el jueves pasado el precedente al que se puede agarrar la Mesa del Congreso para tramitar la petición de Junts: Coalición Canaria presentó en 1995 una PNL para que Felipe González convocara elecciones. Se tramitó, se debatió y se votó.
De modo que Puigdemont vuelve a ser relevante, vuelve a vivir, maneja la agenda de un presidente a la deriva. Le pone condiciones y está dispuesto a romper con todo. Y, ojo, no para aprobar los Presupuestos del Estado, sino para empezar a negociar. El problema para Sánchez es que, mientras lo parlamentario está empantanado, lo judicial avanza viento en popa. Tres problemas tiene Pedro: uno se llama Víctor, otro se llama Begoña y el tercero responde al nombre de Carles y vive en Waterloo.
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