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hay que vivir

El imperativo de Auschwitz

Ese frío de enero, ese páramo blanco y esas vías del tren. La maldad mirándote a los ojos. No, no debemos olvidarlo

Trump, Maduro y la operación torniquete

Este Trump no es aquel Trump

Juan Fernández-Miranda

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Si no ha visitado usted Auschwitz, hágalo. Es una obligación moral, pero debe prepa-rarse. Lo más terrible de pisar hoy ese campo de exterminio no es la ironía macabra de acceder bajo un letrero que dice en alemán «El trabajo os hará libres». Tampoco ... es, unas decenas de metros antes, el sitio exacto en el que un mando nazi esperaba la llegada de esos trenes repletos de personas –tratadas como ganado– para decidir, a simple vista, quién debía ir al campo de trabajo o, directamente, a la cámara de gas. Tú por aquí, tú por allá. Tampoco es lo más terrible, pero conviene pararse en ese punto exacto en el que las vías del tren llegan a destino en medio de un páramo sin horizonte. Al hacerlo en un día como hoy, en medio de un paralizante blanco nieve y con una temperatura ambiental y emocional de varios grados bajo cero, es fácil entrar, aunque sólo sea por un momento, en la mente de esas personas que llegaban engañadas y no podían siquiera imaginar lo que estaba a punto de ocurrir. Mas siendo terrible ese sentimiento, tampoco es el peor.

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