Turras voxistas y antivoxistas

No han pactado en cientos de ayuntamientos, ni en Cantabria, ni en su momento en Madrid o en Andalucía -con inmejorables resultados-, y todo parece indicar que tampoco lo harán en Extremadura, en Murcia, en Baleares ni, por supuesto, en el gobierno de España. Es decir, el PP pacta con Vox sólo cuando no le queda otra, que es exactamente lo mismo, por cierto, que haría Vox si la correlación de fuerzas fuera la inversa.

Y me parece bien, no se me ocurre una sola razón por la cual un Vox con las cifras suficientes para gobernar en solitario habría de pactar con el PP. No se pueden ustedes hacer una idea del asquito que da pactar con la derechita cobarde, con «el PSOE con diez años de retraso», con los rendidos a la Agenda 2030, con los traidores a la patria, con el nuevo orden mundial, con los amiguitos de los sindicatos, de Bruselas, del globalismo, de la ideología de género, de Soros, de Gate, del grafeno y de los litros de 'chemtrails' que corren por sus venas, mujer.

Vox no es esa jovencita que mira con ojos vidriosos a un novio que la desprecia. Más bien al contrario, Vox desprecia al PP en la misma medida -si no más- en la que el PP desprecia a Vox. Solo que con menos apoyo. Por eso no se entiende ese victimismo como de niño al que hacen 'bullying' ni ese 'quejío' de folklórica con el que nos castigan cada vez que les dicen 'no'. Si Vox pudiera, haría exactamente lo mismo, es decir, apoyarse en el PP solo cuando no quedara otra. Y por eso ni existe un pacto global del PP con Vox ni va a existir nunca; porque se desprecian y porque defienden modelos antagónicos y en muchos aspectos, incompatibles, aunque muchos aun no se hayan enterado y crean, ingenuamente, que Vox es solo un PP 'echaopalante'. El tiempo les abrirá los ojos, como en esas bodas tristes en las que todo anticipa un fracaso.

En cualquier caso, hoy por hoy, Vox es inofensivo. En primer lugar, porque desde lo local no pueden cambiar el modelo de Estado, atentar contra la Constitución, contra la libertad política -prohibir partidos comunistas e independentistas-, o contra la libertad religiosa -su posición xenófoba ante el islam-. Así que solo queda el color burdeos de la moqueta, el gris de los plenos y la turra de su nacionalismo reaccionario, populista y tocacojones. Y, en segundo lugar, porque su turra nunca podrá ser tan ridícula como la de las plañideras que estos días cacarean a los cuatro vientos su asco irracional a Vox para compensar, así, la dureza con la que han tratado a Frankenstein. Para unos y otros, la ideología es lo de menos, apenas ya una posición estética. Y un medio como cualquier otro para no defraudar a los colegas en terrazas y en tertulias tórridas. Un bochorno, vaya.