LA SUERTE CONTRARIA
Illa, Pujol y el besamanos
La foto huele a jersey lleno de bolas y a billete de mil, a baba en las comisuras y a tragedia
Como Delibes, lo contaremos en novelas
El defensor del periodista
Hay fotos que se pueden oler. La de Illa besando la mano de Pujol como Amerigo Bonasera besaba la de Vito Corleone es una de ellas. Huele como a ropa lavada sin detergente, una extraña mezcla de limpio, sucio y triste. La foto huele ... a cubilete de parchís tocado por manos de una señora que se ha puesto perfume por encima del olor a ajos. Huele a sopa sosa, a jersey lleno de bolas y a billete de mil. Huele a subdesarrollo, a baba en las comisuras y a tragedia. Lo normal en cualquier país democrático sería que Pujol estuviera en la cárcel, claro. No digo ya deportado a Tierra de Campos, como me pide el cuerpo, a un palomar derruido en lo más profundo de los Campos Góticos para que pueda aprender lo que es la dignidad, la honradez y el horizonte. Pero qué menos que deportarlo al menos al silencio. Aunque probablemente valdría con la cárcel, con la vergüenza eterna, con el desprestigio de un apellido que ya siempre estará unido al concepto de cleptomanía. Suficiente.
No lo debe de ver así Illa, el que obligó a nuestros hijos a llevar mascarillas mientras jugaban al fútbol porque se lo aconsejó un comité de expertos que, al final, resultó ser un tal Koldo en La Chalana. Illa quiere ser el heredero del catalanismo, esa basura etnicista y golpista de la que el independentismo es tan solo un subproducto. Al contrario de lo que se piensa, el catalanismo no es nacionalismo moderado, que es un oxímoron como cualquier otro. Tampoco podemos decir que el catalanismo sea algo que nace del independentismo y que, de algún modo, lo serene. Muy al contrario, el catalanismo, como todo nacionalismo, es la semilla del odio, del enfrentamiento civil y de la superioridad tribal de una panda de tarados que piensan que sus hijos han de tener más derechos que los míos. Eso no tiene nada de moderado, de decente ni mucho menos de asimilable. No hay asimilación posible cuando alguien se siente diferente al de al lado. Y no conozco a nadie que al sentirse diferente se sienta inferior. El catalanismo no es amor a Cataluña. No es respeto por una cultura. No es folklore. El catalanismo es una doctrina que pretende convertir en extranjeros a la mitad de la población y que cree que hay un hecho diferencial en sus genes.
Esto es Illa hoy, Michael después de Vito, Convergencia después de Junts, la herramienta del 'fet diferencial' para ocupar el espacio que ha dejado libre el 'procés' y que rinde pleitesía a 'El Padrino' en lugar de rendirlo a secas. En esto se ha convertido el PSC. Dirán los politólogos de guardia que es una jugada maestra, un acto de inteligencia cósmica y un movimiento genial porque Cataluña necesita gestos y toda esa retahíla de sandeces que solo puede creerse un sádico o un tonto. Y puede ser que haya algo de sentido estratégico en tanta indignidad. En ese caso, propongo que sigan esa senda y restituyan también a El Lute, a Tejero o a Roldán. Pero, qué narices, si han sido capaces de restituir a Zapatero, es solo cuestión de tiempo que veamos a Illa abrazado a Delcy.
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