LA SUERTE CONTRARIA
Bárbaros a las puertas del Rin
No entiendo por qué desde Vox se escandalizan: es exactamente lo mismo que ellos quieren hacer con los partidos independentistas
Roma, capital de Europa
Saturados de política
El peor argumento que he leído contra la posible ilegalización de Alternativa por Alemania es que tiene diez millones de votos. «No se puede ilegalizar a diez millones de votantes», dicen. Pero claro que se puede. Es más: si lo que defienden es ilegal, ... se debe. La democracia no consiste en contar cabezas, sino en proteger la ley que iguala a esas cabezas. Si lo que proponen es incompatible con los principios constitucionales, da igual que sean dos millones, diez o veinte: la barbarie no gana legitimidad por aclamación. Así que, si son muchos, hay que hacerlo con más motivo: la defensa del sistema debe redoblarse cuando el asedio es masivo.
El argumento del número recuerda al de los nacionalistas catalanes: «Queremos votar y, si los que queremos la independencia somos más, lo democrático es aceptarlo». Falso. La democracia no es solo votar. La democracia es votar dentro de un marco jurídico legítimo, aceptando las reglas, las instituciones y los límites. Uno de esos límites, en Alemania, es que no se puede discriminar a los ciudadanos por su raza o religión. Así de simple. Esa es la línea que AfD pretende cruzar: reinstaurar una nauseabunda concepción étnico-racial del pueblo alemán. Eso no es política, sino zoología. Y ya sabemos a dónde nos llevó la zoología en el siglo XX. Aceptar eso sería aceptar que los españoles musulmanes de Ceuta no son ciudadanos de pleno derecho. O que Fernando Arrabal no es del todo español porque su abuelo era bereber. Por eso, lo que proponen no es una ideología incómoda ni una visión alternativa sino un atentado contra el principio más básico del constitucionalismo europeo: la igualdad ante la ley. Por eso, plantear su ilegalización no es un síntoma de debilidad democrática, sino de su fortaleza.
No entiendo por qué desde Vox se escandalizan: es exactamente lo mismo que ellos quieren hacer con los partidos independentistas. Yo, desde luego, daría un brazo porque Sortu fuera ilegalizado. La diferencia es que mientras Vox quiere aplicar esa lógica hacia fuera, Alemania la está aplicando hacia dentro: para defender a sus propios ciudadanos de quienes los desprecian. Porque no todo es relativo. Y, desde luego, un partido no puede aspirar a gobernar un país al que odia, aunque tuviera el apoyo de millones de personas. Serían, en todo caso, millones de personas equivocadas. La historia de Europa no es una fábula sino una advertencia y no por repetido debemos dejar de incidir en lo evidente: en una democracia el límite para un cristiano y para un musulmán es el mismo: la ley.
La historia ha enseñado a Alemania que hay que frenar al bárbaro antes de que cruce el Rin. Y que eso no se hace con insultos sino con la fuerza fría de la ley, la razón y la democracia. Porque el Estado de derecho no solo protege al disidente, al débil o al diferente. También protege al propio bárbaro, que, como todos los que aman las hogueras, no es consciente de que el fuego, sin excepción, acaba por volverse en contra del que lo enciende.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete