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Molotov. La revolución digital arrasa todo a su paso, incluso lo más sagrado, como profetizó Savonarola

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Jon Juaristi

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El caso de las clarisas de Belorado parece tener un trasfondo crematístico importante, más o menos entreverado de especulaciones inmobiliarias, en el que habría metido sus narices el heresiarca y sedicente obispo Pablo de Rojas, cabeza de una secta alucinante y aglutinante (o sea, ... aglucinante) que reclama desde Bilbao (cómo no) representar lo último que queda de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. El cisma de Belorado no aduce motivos teológicos ni doctrinales, eso ya no se lleva. Nada que ver con aquellos heroicos cismas monásticos de la España habsbúrguica, como el de las cistercienses luteranas del convento vallisoletano de Belén, quemadas por la Inquisición en 1559, o los jerónimos no menos luteranos del monasterio de San Isidoro del Campo, de Sevilla: entre ellos, los estupendos traductores bíblicos Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, autor el primero de la famosa Biblia del Oso, y el segundo, de la versión corregida de aquella, la «preciosa biblia castellana» —en palabras de don Juan Carlos I— conocida como la del Cántaro.

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