LAPISABIéN
La primera fe
Yo era un niño jugando a la trascendencia. Ocurrió un Lunes Santo, allá en mi tierra, y ahora, muchos Lunes Santos después, me voy acordando de qué cosa era yo con cuatro años, del impacto de la devoción de toda una ciudad con un ... Cristo Cautivo, de blanco, de blanco trinitario en unos ojos sin contaminar. Blanco como una novia juanramoniana.
Me veo en los hombros de mi padre, que trasnocha, sin mucha ni poca fe, para que vea de vuelta a Jesús Cautivo, caminando entre gentes que se le abrían como el Mar Rojo. Aquella fue la estampa más diáfana de la Semana Santa en la ciudad del Paraíso. Pasaban los regulares de Melilla en escolta y ese paso que flameaba armónicamente las capas. Digo que era un niño jugando a la trascendencia porque en la calle, una buena señora le contaba a mí padre algo de un milagro. Y servidor no sabía lo que era un milagro. Levantarse y andar, aprendería después. Con cuatro años se fijan, sí, los colores, los aromas, los sabores. Bebí un sorbo de vino dulce de Málaga, era una primavera de las de antes, de las que había que llevar bufanda y calentarse. Padre sacó de no se sabe dónde una chocolatina. Yo seguía a hombros viendo el espectáculo de la fe.
Ahora sé que han pasado 36 años de aquel momento; mi padre no está para darme vinillo dulce ni una chocolatina. Ni para auparme a la vera del trono. En 36 años he tenido uno crisis de fe, pero la existencia, a 500 kilómetros, me pone frente a otro Cristo y sigue inédito aquel pálido temblor de quien no sabía nada de Teología pero sabía que estaba ante lo inefable. La Semana Santa es una de las pocas cosas serias que nos quedan. En su admiración van nuestros gritos de chiquillos y nuestros gritos maduros, ya callados, ante el arte poblando las calles. Es la estética en la que nada está al azar, y hay como un pacto secreto en que el ciudadano común, cruza las manos y mira lo que va de la imagen al cielo.
El persignarse, digo, es cuestión de creencias. Abonado a la Semana Santa me tendrán siempre. Es la última trinchera que nos queda para defender lo que somos.
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