En observación
De las lonas al buzoneo
Los partidos se escriben cartas cuyo destinatario es el gran público
Veraneo por decreto (25/7/2023)
Posverdad, posmoral (24/7/2023)
Las lonas de andamio que durante las dos campañas electorales que llevamos este año han plastificado, con vistas privilegiadas a las redes sociales, las vergüenzas políticas de unos y otros –los bloques, las fachadas; lo que viene siendo el nuevo urbanismo– dan paso a un ... juego de cartas igualmente concebido como distracción general y propaganda de entretiempo. La inviolabilidad de la correspondencia queda ya para los 'wasaps' y los SMS. La discreción con que se escribe y se envía un «Luis, sé fuerte» nada tiene que ver con el exhibicionismo de las misivas que estos días cruzan los partidos, ya con las lonas plegadas. «Si todos remamos en la misma dirección, somos mucho más fuertes», señala la cúpula de ERC en una carta de carácter rogatorio, también abierta, sin ensalivar y aparentemente dirigida a Junts, formación a la que en unos cuantos párrafos recuerda sus logros legislativos, plasmados en el Código Penal, «para reducir la capacidad represiva para el momento en el que lo volvamos a hacer». Aquella discreción con la que, con la radial desenchufada, María Jesús Montero dijo la semana pasada que se iban a poner a trabajar para no molestar a la gente que en agosto se echa la siesta consistía más o menos en esto.
Ya en mayo de 2017, el presidente de la Gestora del PSOE, camarlengo de la sede vacante que había dejado Pedro Sánchez tras su primera caída, hizo pública una carta dirigida a Pablo Iglesias, por entonces empeñado en montarle una moción presanchista de censura a Mariano Rajoy. «Tengo la sensación de que pretendes regresar como salvador a la escena del crimen. Ya sé que es una forma tópica de decirlo, pero en este caso me parece particularmente exacto», escribía más chulo que un ocho Javier Fernández, que en aquella epístola se adornaba con algún que otro desprecio más –«si todavía no lo has entendido creo que va a ser inútil»– para que la militancia y los votantes del PSOE, y no precisamente el entonces cabecilla de Podemos, se enterasen de quién mandaba en Ferraz. «Yo soy aquí la única autoridad», había dicho unos meses antes, al trote cochinero y con notables fallos de visibilidad y perspectiva Verónica Pérez, abriéndose paso en el caos socialista.
Estos alardes de transparencia, supuestos eslabones de una cadena negociadora en la que los líderes de las nuevas mayorías se tutean y ridiculizan, son cartas que carga el diablo, como escopetas de feria. Como esos manifiestos que nuestro mundo de la cultura firma cada equis años y en vísperas electorales para confesar su miedo económico y su egoísmo gremial, estas cartas –la de la cúpula de ERC o la de Alberto Núñez Feijóo– son el reconocimiento expreso de un fracaso y la manifestación voluntaria de la flaqueza con que sus respectivos firmantes afrontan su propio revés. No solo lo dejan por escrito –«si remamos en la misma dirección somos mucho más fuertes», «el diálogo que te propongo responde a un sentir ampliamente extendido»–, sino que ponen a huevo a sus destinatarios una respuesta a la altura de las circunstancias que de forma implícita y bastante penosa ellos mismos declaran. Que el pasado domingo Pedro Sánchez respondiese a Feijóo con una carta y no con una postal de La Mareta es un gesto que le honra, como presidente y como perdonavidas.