el contrapunto
Sentarse con un mentiroso
Feijóo cede y se aviene a negociar la composición del CGPJ, último bastión defensivo de la independencia judicial
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Iniciar sesiónPedro Sánchez reparte sus favores de manera desigual. Ante quienes sostienen su presidencia se muestra gentil, humilde hasta el servilismo, espléndido con nuestro dinero e ilimitadamente comprensivo, ya se trate de golpistas, malversadores, corruptos o terroristas. Tanto da. Si le apoyan, entran automáticamente en la ... categoría de 'progresistas', aunque hayan aplaudido el asesinato de sus compañeros en el País Vasco, proclamado unilateralmente la independencia de Cataluña, asaltado el aeropuerto del Prat o calificado el español como «la lengua de las bestias». Frente a quienes no le votan, en cambio, se muestra implacable, ofensivo o en el mejor de los casos condescendiente, como si el mero hecho de permitirles hablar constituyese un gesto de tolerancia por su parte y no una obligación «de primero de democracia», que diría esa agraciada con el Gordo de las puertas giratorias llamada Nadia Calviño.
El líder socialista ha llegado hasta donde está porque carece de escrúpulos y se guía exclusivamente por su desmedida ambición. Su trayectoria política está marcada por el embuste, la traición, la falsedad, la crispación. Es muy bueno levantando muros y calumnias, atribuyendo a sus adversarios sus peores atributos, creando problemas inexistentes y echando al prójimo la culpa de los reales y tangibles que no sabe resolver. Es fuerte con el débil y débil con el fuerte. Al igual que su ministro de Transportes, fiel reflejo de su persona, disfruta exhibiendo esas dotes en la tribuna del Congreso. Alberto Núñez Feijóo representa justo lo contrario. Apenas tiene experiencia fajándose con el rival desde los bancos de la oposición. La suya es una brillante carrera de gestión, muy útil para empuñar las riendas del Ejecutivo, pero de escaso valor cuando la tarea consiste en desalojar del poder a un personaje tan peligroso como el actual inquilino de la Moncloa. Porque ante un individuo como Sánchez, cuyo único norte es la permanencia en el sillón, de nada sirve el respeto reverencial por las reglas institucionales. Unas reglas que el socialista no se cansa de violar, al tiempo que toma al asalto una institución tras otra. Cuando uno se enfrenta a un tramposo resulta ingenuo, o suicida, actuar como un caballero, pues lo normal es que acabe embaucado en sus estafas. Cuando una persona de bien se sienta con un mentiroso, corre un riesgo elevadísimo de resultar engañado.
Sánchez y Feijóo han acordado someter la renovación del CGPJ a la mediación de la Comisión Europea. Lo que significa que el dirigente popular cede y se aviene a negociar la composición del último bastión defensivo de la independencia judicial desde una posición de debilidad, dada su minoría parlamentaria. ¿Impedirá Bruselas que el órgano rector de los jueces acabe convertido en otra terminal del sanchismo, a semejanza de lo ocurrido con el Tribunal Constitucional? Lo dudo. Esta era una batalla doméstica y todo indica que se ha perdido.
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