el contrapunto

El clan gallego del PP y la sinrazón de Vox

Abascal no quiere distanciarse de Sánchez, sino de Feijóo. Su apuesta es dejarlo solo, al frente de un gobierno débil

Un escaño para el putero

El que parte y reparte está en Ferraz

Resulta descorazonador comprobar cómo, en el momento más peligroso del sanchismo, roído por la corrupción y lanzado al asalto de los últimos bastiones democráticos que resisten en España, el centroderecha se muestra incapaz de armar una alternativa. El PP, buque insignia de ese espacio, ... no termina de articular un discurso capaz de encauzar la indignación ciudadana y ofrecer un proyecto ilusionante, en gran medida porque su líder, Alberto Núñez Feijóo, solo parece escuchar a lo que en el partido denominan «el clan de los gallegos»: las cinco o seis personas que integran su núcleo duro e influyen en sus decisiones, sin que el resto de la militancia tenga voz o mucho menos voto, incluso tratándose de dirigentes con mando en plaza. Lo cual explica a juicio de muchos que esté estancado en las encuestas con una alarmante tendencia a la baja, a pesar de la pocilga moral destapada por la UCO en las filas socialistas y la familia del presidente. En esta parálisis de los populares encuentra Vox su oportunidad de medrar, decantándose por el extremismo en el empeño de sustituir a los de la gaviota como representantes del rechazo frontal a esta izquierda. Una apuesta basada en el éxito obtenido por los movimientos de ultraderecha en Europa, que puede conducir a nuestra nación a un callejón sin salida.

La ausencia de Santiago Abascal de la recepción ofrecida por los Reyes con motivo de la Fiesta Nacional sólo se comprende en esa clave. La explicación oficial habla de la voluntad de los verdes de marcar una distancia infinita con el Gobierno, pero de quien quieren distanciarse en realidad es del PP. Los votantes de uno y otro partido confían en que, llegado el caso, ambos sabrán entenderse en aras de echar a Pedro Sánchez del poder, aunque en las cocinas de la calle Bambú los cálculos no van por ahí. De haber sido esa su prioridad, podrían haberla materializado en julio del 23, cuando Feijóo propuso a Abascal un pacto consistente en darle entrada en su Ejecutivo a cambio de que Vox renunciara a presentarse en varias circunscripciones donde no tenía opción alguna de conseguir un escaño. En un principio el alavés aceptó, aunque al día siguiente comunicó que en su casa «no lo veían». O sea, que quienes dirigen la formación desde la sombra tenían otros intereses. A día de hoy, si se celebraran elecciones con el resultado que auguran los sondeos, se impone la idea de dejar gobernar al PP en solitario, al frente de un gabinete débil en minoría, a fin de ir desgastándolo hasta liquidarlo, como ha sucedido con las derechas moderadas en varios países de nuestro entorno. Uno o dos años de legislatura agónica, convocatoria anticipada y 'sorpasso'. Esa es la sinrazón que mueve a Vox y el escenario al que nos enfrentamos.

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