visto y no visto
La bicha del Régimen
Los españoles acuden gozosos a las urnas porque en ellas se hacen funcionarios por un día
Satirizar la idiotez
A cama chica
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Iniciar sesiónLa bicha del Régimen es la abstención. «Todo es un bucle donde nadie nos da explicaciones», dijo el otro día en un concierto Dani Martín, ex de El Canto del Loco, a su público. «Yo os animo a que no votéis a nadie. A ... nadie. A nadie. A nadie».
¿A nadie? «¡Fue Nadie quien te cegó!», le grita Ulises al cegado Cíclope en el momento decisivo de su intento de huida de la cueva. Sloterdijk cree que, con esta exclamación, Ulises, maestro de la autoconservación inteligente, alcanza la cumbre de la presencia de espíritu. Sloterdijk es alemán, y en Berlín, en tiempos de Guillermo II, corría un dicho que se atribuía, según Madariaga, al capitán de la guardia a caballo del emperador: «Primero es el emperador; luego, su capitán de la guardia de a caballo; luego, su caballo: después, nadie, después nadie, y después, nadie. Y luego el capitán de la guardia de a pie».
Por un instante creímos ver en Dani Martín, con su 'abstenerse', a nuestro Diógenes de Sínope («autónomo e irónico», dice Soterdijk). 'Peligrosas palabras', tituló la prensa oficial, y como 'peligroso' es palabra causal, en seguida llegó el desmentido de Dani Martín, un folio de arrepentimiento como el de los acusados en los procesos de Moscú: «Cuando cometo un error, me gusta pedir perdón. Si hay algo necesario en este Estado de derecho es ir a votar, así que quiero pedir disculpas por mis palabras equivocadas». Bujarin necesitó de menos palabrería para, «con plena libertad», confesar «haber envenenado todo el trigo de Ucrania».
—¡Es la abstención, James Carville!
Vivimos en un Estado de partidos, donde todo es mentira menos lo malo («Por el consenso normativo, los partidos transfieren al partido en el gobierno 'el derecho de no oponerse' a su acción legislativa. Y por el consenso expeditivo, la oposición comunica al gobierno su intención de no trabar los decretos que no merezcan su conformidad pública»). Para Trevijano, el modo coherente de vivir aquí es la abstención: «La manera útil de estar presente en la ciudad, la forma digna de participar, críticamente, en la oposición a lo público, cuando los gobernados, por la condición antidemocrática del régimen que los gobierna, no pueden intervenir en la cuestión decisiva de la libertad: la formación del Poder». La naturaleza y el alcance del Poder político están decididos de antemano en el Estado de partidos.
—La abstención –explica Trevijano– es enemiga de los partidos de integración de las masas en el Estado (no de los de representación: Usa e Inglaterra). Aquí, una participación inferior a la mitad del censo priva a los partidos de su potencial integrador, en virtud del cual se justificó su conversión en órganos estatales, y dejan de ser necesarios al Estado y devienen enemigos mortales de la sociedad. No es que pierdan legitimidad, pues nunca la tuvieron, sino eficacia. Los españoles, concluye, acuden gozosos a las urnas porque en ellas se hacen funcionarios por un día.
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