DIARIO DE UN OPTIMISTA

La verdad sobre la inflación

«Tras una década de errores estratégicos y confusión ideológica, los europeos siguen sin tener una estrategia a largo plazo. Si se comprueba que las minicentrales nucleares encarnan el mejor futuro posible, ese futuro será estadounidense. Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, el dólar se ha revalorizado en torno a un 15 por ciento frente al euro»

Lla guerra de Ucrania no es la verdadera causa del aumento de los precios y, por tanto, de todos los precios. Considerar esta guerra como la causa de nuestras desgracias es una hipocresía política que permite ocultar a los otros responsables, que son los gobiernos, ... los bancos centrales y los ideólogos que influyen en ellos. Indudablemente, las interrupciones en el suministro de gas y petróleo rusos contribuyen a la inflación, pero son indicadores de errores más antiguos, no la causa principal.

Para entender lo que realmente está pasando hay que retroceder diez años, cuando Estados Unidos empezó a explotar sus enormes reservas de gas y petróleo, aprisionadas hasta entonces en esquistos subterráneos. Las nuevas técnicas de explotación y su autorización por parte del Gobierno estadounidense permitieron la liberación repentina de estas reservas: Estados Unidos se convirtió entonces en exportador neto de gas, y hoy no sufre escasez, ni depende de los distribuidores rusos, árabes o africanos. En Estados Unidos el precio del petróleo y el gas tiende hoy a la baja. En Europa ocurre todo lo contrario, porque los europeos dejaron de invertir en petróleo y gas desde 2015, considerando que la abundancia estaba asegurada, porque Rusia proporcionaría todo lo necesario. Además, Europa. bajo la presión de los ecologistas, se ha abstenido de buscar posibles recursos de gas de esquisto. Es cierto, además, que la bajada de los precios mundiales de la energía también disuadió de invertir en lo que parecía ser una fuente de energía no rentable y sin futuro.

A este cálculo económico, que ahora ha demostrado ser inexacto, se sumó la presión de las organizaciones ecologistas y de los gobiernos bajo su influencia para disuadir a los bancos de financiar la explotación de petróleo y gas. La mayoría de los países europeos, al ceder a la tentación ecológica, que parecía a la vez políticamente correcta y económicamente rentable, se embarcaron en la búsqueda de energías 'sostenibles', principalmente la solar y la eólica. Al mismo tiempo, la energía nuclear se abandonó o incluso, como en Alemania, se suspendió.

Esta estrategia, o más bien esta ideología, energética llevó a la Unión Europea a prohibir los motores térmicos a partir de 2035, sin preguntarse cómo se produciría la electricidad necesaria para los vehículos eléctricos. Pero la elección de la energía renovable fue y sigue siendo una apuesta loable porque, por el momento, la energía solar y la eólica siguen siendo fuentes de energía marginales y caras. En realidad, para ser concretos y honestos, el futuro sin carbono es, con nuestros conocimientos y experimentaciones actuales, la energía nuclear en forma de minicentrales eléctricas que hoy están a punto de funcionar en forma de prototipo en empresas de reciente creación californianas; allí se utilizan varios centenares.

Europa se ha encerrado así en una situación desesperada, colocándose bajo el bloqueo ruso, y prohibiéndose el carbón de ayer y la energía nuclear de mañana. Putin solo tenía que cerrar el grifo, como ha hecho, para que subieran los precios (para mayor beneficio de los exportadores rusos). Afortunadamente, los europeos están reaccionando de manera concertada, coordinando mejor la distribución de electricidad y gas entre ellos y diversificando sus fuentes. El Gobierno alemán, por su parte, ha decidido reiniciar sus centrales nucleares, para gran desesperación de los ecologistas.

Pero, tras una década de errores estratégicos y confusión ideológica, los europeos siguen sin tener una estrategia a largo plazo. Si se comprueba que las minicentrales nucleares encarnan el mejor futuro posible, ese futuro será estadounidense; no es casualidad que, desde el comienzo de la guerra en Ucrania, el dólar se ha revalorizado en torno a un 15 por ciento frente al euro.

Sin complicar demasiado la lección ni llevar al lector al laberinto de la economía, es necesario destacar una segunda causa de la inflación que, una vez más, es responsabilidad de los gobiernos y del Banco Central Europeo, y no guarda relación con la guerra en Ucrania: la gestión del Covid. Para que la pandemia no afectara demasiado a nuestro nivel de vida, además de acabar con nuestra salud y nuestra vida social, los gobiernos europeos y el Banco Central Europeo han optado por repartir poder adquisitivo sin contrapartida productiva y préstamos a tipo de interés cero.

La intención era encomiable, pero la economía es una ciencia cruel: siempre llega el momento de saldar las deudas. El reembolso habría sido posible si la producción económica hubiera repuntado con fuerza. Dado el alto coste de la energía, este no es el caso. La subida de precios es, por tanto, la consecuencia de una demanda de los consumidores que las empresas no pueden satisfacer y también el medio para que estas empresas salden su deuda por medio del aumento de los precios.

Esta inflación también permite a los gobiernos reducir de hecho el total de sus deudas. Tradicionalmente, el Estado reembolsa arruinando a los pensionistas y ahorradores. Todo este mecanismo llamado inflación monetaria fue descrito por Milton Friedman en 1960, pero no vamos a obligar a gobiernos y banqueros a leer a Milton Friedman, el diablo encarnado para la izquierda socialista.

Esta es la verdad. No es cómoda, y no agradará a nadie. Pero si no se dice, los pueblos europeos abandonarán a Ucrania, convertida en chivo expiatorio de nuestros males. Putin sigue contando con nuestro cansancio y nuestra incapacidad para hacer autocrítica. ¿Vamos a darle la razón y seguir mintiéndonos a nosotros mismos?

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