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Editorial

Sánchez: escaños por barricadas

El trumpismo de Sánchez es cada día más evidente. No hay institución que se salve porque ese es su propósito: funcionar sin reglas y hallar en las algaradas lo que le niega el Estado de derecho

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Pedro Sánchez no tiene mayoría en un Parlamento al que no se atreve a presentar un proyecto de Presupuestos Generales del Estado y del que huye cuanto puede. Ha intentado también amordazar a los jueces con querellas y reformas oportunistas, pero ha fracasado en el ... intento. Preside un gobierno roto, vicepresidido por una ministra, la de Trabajo, abandonada a su suerte en un proyecto «social» de primer orden, porque el presidente del Gobierno prefirió ir al cine antes que mancomunar la derrota de su Ejecutivo. Sánchez no quiere perder un poder que no sabe ni puede ejercer democráticamente y, por eso, ha saltado definitivamente de las instituciones a las calles, de los escaños a las barricadas. Animó a protestar contra Israel en la última etapa de la Vuelta a España, no antes, y cuando iba a finalizar en Madrid, icono del fracaso sistémico de la izquierda. Más que animar, más que legitimar, lideró las protestas, las hizo propias, aun sabiendo, por los antecedentes que conocía, que iban a ser violentas, porque solo con violencia podían alcanzar el propósito de cancelar la última etapa. Y Sánchez, como fotocopia de la extrema izquierda, ha conseguido ser mejor que el original.

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