TIGRES DE PAPEL
¿Qué debemos hacer con la Europa que duda?
El avance de la ultraderecha euroescéptica no se frenará organizando charlas sobre Jean Monnet en los colegios
La adicción al triunfo del Madrid
El Rey no puede no firmar
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Iniciar sesiónEra de esperar. No sólo el fenómeno, que también, sino la reacción atiplada de quienes solemos habitar las zonas templadas de la democracia liberal. Apretamos los puños, fruncimos el ceño y nos llevamos el bolígrafo de tertuliano a la boca para colegir una verdad tan ... obvia como decepcionante: el ascenso de expresiones tan radicales de la ultraderecha como la alemana AfD supone un riesgo para la inercia europeísta del último medio siglo. Este hecho es tan cierto como inquietante y no se resuelve montando conferencias sobre Jean Monnet en los colegios. El éxito de las opciones políticas que impugnan el 'statu quo' de la Unión es la expresión de dos realidades que puestas en contacto reaccionan: el ascenso de un malestar creciente en las generaciones más jóvenes y el desarrollo de un entorno digital que quiebra, de forma irreversible, la comunicación política tradicional.
Las democracias modernas nacieron de mano de los pasquines y los periódicos, los totalitarismos surgieron abrazados a la megafonía y la eclosión de los entornos digitales ha construido una burbuja donde el resentimiento y la confrontación campan a sus anchas. Cada tecnología incorpora una praxis política típica y, en el fondo, hay una ligazón mucho más íntima de lo que pudiera pensarse entre las epístolas del presidente Sánchez y el triunfo de Alvise con su partido 'Se acabó la fiesta'.
Como en la metáfora del tonto con el dedo y la Luna, solemos preocuparnos sobre cómo la tecnología ha degradado el espacio de opinión pública y nos escandalizamos al constatar que las fuerzas políticas que desafían el marco liberal y de la UE van ganando protagonismo. Esa inquietud es natural y hasta razonable, pero evita confrontar con la verdadera causa del fenómeno: en Europa y en España existen miles de personas, sobre todo jóvenes, que se sienten, legítimamente o no, excluidas de los consensos sobre los que se asienta el proyecto europeo. Insultarlos, humillarlos, caricaturizarlos o formular meras alarmas expresivas para que los demócratas pata negra nos reconozcamos entre nosotros es el camino más corto para potenciar la percepción subjetiva de quienes quieren romperlo todo. Los populismos euroescépticos no son una comunidad de 'frikis' marginales, son miles de conciudadanos que se sienten fuera del pacto civil.
Gran parte de sus solicitudes nos resultan desagradables, pero también decepciona constatar la soberbia y la falta de vocación integradora de quienes seguimos apostando por la democracia liberal. La Unión Europea comienza a exhibir tendencias implosivas y veo a demasiadas personas que se conforman con coreografiar su oportuna indignación e incluso sacar tajada. Está bien que gritemos ¡fuego! Pero lo de que verdad urge es un poco más de autocrítica y que alguien encuentre dónde demonios se esconde la manguera.
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