TIGRES DE PAPEL
Una Constitución antifrágil
Cada intento frustrado por desmantelar nuestra Constitución acaba por renovar su solidez
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Iniciar sesiónPuede que no estemos tan mal como parece. La crisis institucional de las últimas semanas ha situado el discurso público en un umbral en el que la alerta legítima resulta casi indistinguible de la exageración y la histeria. Los poderes del Estado padecen un notable ... descrédito y la corrupción de casi todas las palabras ha hecho que resulte imposible descifrar los significados de una conversación política quebrada. Personas que parecieron cabales se afanan con vehemencia en dinamitar su crédito y algunos medios de comunicación se han lanzado sin rubor alguno a ejercer un activismo de bufanda que rebasa, con mucho, la linde de lo verosímil.
Hay, pese a todo, razones para la esperanza: la Constitución resistirá y mi apuesta es que saldrá fortalecida. La tesis puede parecer ingenua y hasta estúpidamente osada. Pero ahora que todo el mundo establece analogías con el pasado, en esta nueva crisis se da, sin embargo, una variable rotundamente novedosa: en el plano retórico, y esto es sintomático, todo el mundo se reivindica constitucionalista. Obviamente esta filiación legalista puede ser falaz e impostada, pero escuchar a políticos enemigos del principio de legalidad invocar el valor de nuestra norma fundamental es el síntoma de un hecho indudable: nuestra Constitución mantiene un prestigio social creciente e incluso quienes quieren afrentar su vigencia se sienten obligados a ocultar sus intenciones.
No hace demasiado tiempo, Podemos hacía del orden constitucional un objetivo prioritario de demolición. No disimulaban. Así, hablaban del régimen o del candado del 78 y quisieron habilitar un clima constituyente. La operación en el orden cultural resultó arriesgada e incluso hubo quien quiso relacionar las novelas de Muñoz Molina con la herencia del régimen franquista. Ahí es nada. Tan exagerada fue la apuesta que el conato resultó baldío. Los españoles, afortunadamente, seguíamos afectivamente más ligados a la Transición de lo que algunos quisieron creer. Poco después, el 'procés' volvió a poner a prueba nuestro orden constitucional en una doble dimensión: la ejecutiva y la emocional. En ambos casos la norma fundamental salió victoriosa.
Cada intento frustrado por desmantelar nuestra Constitución acaba por renovar su solidez. Siguiendo la hipótesis de Taleb, asumiríamos que la arquitectura legal del 78 no sólo no es débil sino que es antifrágil: cada vez que recibe un golpe y sobrevive, la norma sale fortalecida. El sueño de Habermas de construir un patriotismo constitucional siempre me pareció idílico e irrealizable, pero España es tan capaz de sorprendernos que empiezo a pensar que somos el país que podría hacerlo viable. Que hasta quienes la incumplen invoquen hoy la Constitución es la mejor prueba de su fuerza.
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