TIGRES DE PAPEL
Alguien tendrá que reconstruir esto
No podemos permitir que todo se destruya porque hay cosas que deberían mantenerse a salvo de los daños de un enfrentamiento
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Iniciar sesiónAlgún día todo esto pasará. La generación de políticos más mediocres de la historia de la democracia pasará a mejor vida y cuando el polvo se asiente, tras el derrumbamiento de tantas cosas valiosas, llegará el tiempo de la reconstrucción. Con esto pasa como con ... lo del Evangelio y la Venida, que no sabemos ni el día ni la hora, pero la participación política en el ciclo actual es un amargo sinsentido. Las palabras se han roto y las categorías con las que decidimos disentir se han vuelto ininteligibles. Pero incluso ahora, con todas las instituciones colonizadas por el Gobierno y con el ministro de los tres poderes lamentando que los individuos puedan pedir amparo a la justicia para defenderse de sus excesos, hay que empezar a planear la reconstrucción.
En las guerras no sólo se dispara. También se habla. Y a los dos lados de la trinchera suele haber correos, emisarios e interlocutores que son capaces de trasladar mensajes a las filas del enemigo. Las derrotas, el cese de los bombardeos y los corredores humanitarios son fruto del acuerdo. Al igual que la reconstrucción futura. No podemos permitir que todo se destruya porque hay cosas que deberían mantenerse a salvo de los daños de un enfrentamiento. En las guerras son los museos, los hospitales, las catedrales… Qué se yo. En el orden político uno debería pensar que el Tribunal Constitucional, el CIS, la Agencia EFE, las universidades y tantas otras instituciones que deberían representar el pluralismo que consagra nuestra Constitución como valor supremo y que, por eso, deberían estar especialmente protegidas. Pero nada. El socialismo del muro vive en un rapto hacia delante urdido por la mentalidad de un hombre al que le escriben los libros.
Pero acuérdense de la canción que rogaba Ingrid Bergman en 'Casablanca'. El tiempo pasará, siempre pasa. Y estos inmorales dejarán paso a gente normal, mediocres igualmente, como usted y como yo, pero que al menos tratarán de disimular sus defectos. Y entonces tendremos que volver a hablarnos, y habrá que buscar debajo de las piedras gente sin delitos de sangre ni de odio, socialistas capaces y conservadores responsables que sean capaces de priorizar la patria antes que sus ínfimas cuitas de alfeñique. Personas a las que merezca la pena tallar bustos y cuyos libros se conserven en bibliotecas históricas. Si Jefferson, Ortega, Constant, Churchill o Clara Campoamor se dedicaron a la política, este país tiene que aspirar a algo más que a hombres y mujeres sin palabra. El otro día, en el pasillo del Congreso, el busto de Argüelles me recordó el abismo que siempre existe entre el ser y el deber ser. La historia de España es un acorde eternamente repetido y cada época tiene su aprendiz de tirano. Pero este tiempo pasará y habrá que conspirar desde ya para que sean los mejores los que protagonicen la futura reconstrucción.
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