después 'naide'
Pélets, una geografía sentimental
La polémica competencial ha arruinado la aventura del suceso con su vulgaridad de rueda de prensa. No nos dejan ser niños de la orilla, pues ahora, el espacio de la narrativa de la tormenta y las corrientes marinas secretas lo ocupan los políticos
Gaspar, mi padre (5/1/2024)
La candidata de Podemos a la Xunta, Isabel Faraldo (3i), posa con carteles de Nunca Máis en la playa de Traba
El mar nos ha arrojado un montón de pélets, entre otras plagas. En la televisión, unos esforzados voluntarios con un balde verde aseguran que han recogido dos millones y medio, pero no sé si son muchos o pocos y cómo los habrán contado. Veníamos ... desesperados por lo de la amnistía, lo de Pamplona y, en general por el saqueo moral de mi Españita, y andamos de pronto contando pélets, que son las perlas de los pobres, una arena polímera, lagrimillas de plástico como de canción de Sabina y el pretexto para que cinco o seis millones de tipos vengan a decir lo malos que somos los seres humanos. Si hubieran salido unos ingenieros de la Universidad de Adelaida a decir que habían inventado una playa de bolitas de plástico que cada uno puede imprimirse en casa en 3D, estaríamos encantados, pero una catástrofe tira más que dos carretas.
Siempre me ha interesado todo lo que trae el mar, en general, pues el océano confiere a sus regalos el misterio de un origen desconocido y así uno puede uno perderse imaginando desde dónde llegan las cosas a la playa y porqué. Antes incluso de andarme fijando en las mujeres, echaba el tiempo mirando lo que nos arrojaba la marea en San Sebastián. Echo de menos los días en los que me asomaba a la orilla con mi amigo Daniel Usón a esperar cosas que aparecían sobre la línea entre la tierra y el agua: el flotador de un trasmallo, el esqueleto de una sepia, una madeja de hilo de pita con algún anzuelo grande, el esqueleto de una gaviota, una botella que nunca llevaba carta o un palo que soñábamos llegado de no sé qué lejano manglar del Caribe.
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Los grandes hallazgos de la orilla provocaban una conmoción especial en la ciudad. De pronto, los vecinos se azoraban ante la noticia de un objeto fuera del espacio y el tiempo y rápidamente corría el comentario de que en la playa había aparecido una tortuga, un cachalote apestoso, un velero sobre el costado de babor, un muerto sin ojos y sin manos comido por los peces que dibujaba, boca abajo en su tumba de la bajamar, una solitaria y amarilla silueta.
Ahora han llegado los pélets con su historia de contenedores precipitándose por la borda de un carguero frente a las costas de Portugal, pero la polémica competencial ha venido a arruinar la aventura del suceso con su vulgaridad de rueda de prensa. No nos dejan ser niños de la orilla, pues ahora, el espacio de la narrativa de la tormenta y las teorías de corrientes marinas secretas lo ocupan los políticos con sus chabacanas declaraciones y una ministra muy chocante que se llamaba Ribera, mira por dónde.
Para atacar a los gallegos, que tienen algo de marino mercante, las herramientas de IA ya dibujan imágenes con lubinas y sargos atiborrados de bolitas de plástico y solo faltan los cocineros recetando pilpiles con pélets y reducción de polietileno. Antes de que los pregoneros del apocalipsis declamen otra vez los versos del fin del mundo, convendría saber si las bolitas son buenas, malas o regulín, regulán. En estos casos, siempre conviene atender la opinión de los expertos para tranquilizarse si se alarman y alarmarse si por el contrario se muestran despreocupados.