ANTIUTOPÍAS
La refundación nacional de AMLO
México se transformará, sí; volverá a la senda autoritaria por la que deambuló a lo largo de casi todo el siglo XX
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Iniciar sesiónNo hay que sorprenderse cuando un líder latinoamericano llega al poder prometiendo cambios históricos o milenarismos emancipadores. Es parte del folclor, del delirio americano. La política atrae en esta región a personajes convencidos de estar predestinados por la Historia para refundar sus naciones. Los ... mitos de la independencia siguen vivos. Si no es el cura Hidalgo es Bolívar, o en todo caso San Martín o el cubano Martí: los políticos latinoamericanos quieren ser la encarnación de los fundadores de la patria y ocupar el santoral laico de sus países. Excepto los peronistas, que tienen su mito fundante en el siglo XX, los demás se sienten herederos del siglo XIX, ese período remoto en el que los políticos alternaban entre el campo de batalla y la tribuna pública, y las naciones se inventaban con la espada y la oratoria. Lo bueno es que estos personajes no siempre están a la altura de su delirio y sus presidencias suelen ser el parto de los montes: grandilocuencia que sólo engendra ratoncillos.
El presidente de México, AMLO, parecía estar condenado a ser uno de ellos. Su mandato había sido nocivo para la democracia, pero al menos no había alcanzado esa dimensión refundadora que se anunciaba en su retórica. AMLO lo había advertido, llegaba a hacer historia, a lanzar una Cuarta Transformación que debía ser tan determinante como la Independencia, la Reforma y la Revolución mexicana, casi nada. Su nombre iba a quedar junto al de Hidalgo, Morelos, Juárez y los caudillos revolucionarios; sus gestas se estudiarían en los colegios y su legado forjaría una nueva etapa en la historia mexicana. Hasta el pasado miércoles todo esto parecía descabellado, un delirio mesiánico. Pero aquel día, de madrugada y después de una jornada caótica, el Senado aprobó una reforma constitucional que le permitirá a AMLO abrir ese nuevo período en la vida institucional mexicana con el que soñaba.
El inesperado voto del opositor Miguel Ángel Yunes le dio a su partido la mayoría de 86 senadores con la cual reformar de arriba abajo el poder judicial, empezando por el sistema de elección de jueces, que a partir de ahora estará sometido a la lógica electoral y al voto popular. El único país en el mundo que tiene un sistema semejante es Bolivia, y allí sólo ha servido para que los jueces queden a merced del juego político, sometidos a las necesidades de Evo Morales, primero, y luego a las de su enemigo Luis Arce. Lo mismo ocurrirá en México, con el agravante del poder corruptor del narco. A quienes despierten el fervor popular o tengan dinero para comprar votos o promover candidaturas, les será fácil tener jueces de bolsillo. El daño a la democracia será incalculable. Con una clientela amarrada con subsidios directos, el partido de AMLO acaparará las tres ramas del poder y propiciará su continuidad en el gobierno. México, en efecto, se transformará. Pero el cambio resultará sospechosamente familiar: volverá a la senda autoritaria por la que deambuló a lo largo de casi todo el siglo XX.
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