Las orejas del lobo

No están mucho mejor en EE.UU., con llegadas masivas diarias por la frontera de México y miles de menores en custodia, más que cuando gobernaba Trump y aquello, sorpresa, era un escándalo para los buenos de los demócratas. De este partido es el alcalde de Nueva York, Eric Adams, que ha dicho que la crisis de refugiados «iba a destrozar la ciudad», tras la llegada de 110.000 solicitantes de asilo. No está nada contento con Biden. 20.000 niños inmigrantes se han unido de sopetón este septiembre a la vuelta al cole neoyorquina. Lo de Adams no ha sentado bien a todos: algunos líderes de su partido han dicho que era racista -¡bingo!- y que podría provocar violencia contra los inmigrantes. Pero cuando Alexandria Ocasio Cortez -la chica 'chic' demócrata- quiso explicar las soluciones para Nueva York, los gritos de protestas de ciudadanos hartos apenas la dejaron hablar. No sabemos si en la agenda de los jefazos del mundo en la Asamblea General de la ONU, incluido el séquito del centenar de personas de Pedro Sánchez, hay programada la visita a algún refugio temporal para esos refugiados del horror político en muchos países de Hispanoamérica..

Este verano, Robert Kennedy junior, que sigue sin conseguir que Biden debata con él en las primarias, se fue a la frontera con México y grabó un documental. Atajar la inmigración ilegal es una de las prioridades y, por eso, en los medios se preguntan cómo es posible que sea demócrata, como si eso solo fuera competencia de los feroces trumpistas. Ese ala buenista demócrata, como muchos en la izquierda europea, prefieren que no se hable del asunto. Aunque van de racionales, esperan que sea un problema que desaparezca por arte de magia. En algunos países, como en Suecia, ya sí estudian reforzar la lucha contra la inmigración ilegal. Allí ya vieron las orejas del lobo cuando un partido antiinmigración fue la segunda fuerza más votada. Aquí, mientras, lo que hacemos es ponernos pinganillos en las orejas mientras otros lobos se frotan las manos con Pedro.