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sin punto y pelota

La leche de los americanos

Se trata de ver qué llega de cada euro de ayuda para lograr que los resultados sean tan tangibles como los que vio mi abuelo con aquella donación americana

Incapaces y caraduras

El bucle del meme

Berta González de Vega

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Mi abuelo Norberto siempre añadía una dosis de curiosidad extra a su ejercicio de la medicina. Cuando hacía el reconocimiento de los quintos en Granada, no se limitaba a observar su capacidad pulmonar. Al apuntar altura y peso, se preguntó por qué unos eran notablemente ... más altos que otros y encontró una respuesta: habían crecido más los que tuvieron acceso a a la leche y al queso de los americanos en la posguerra. Esos alimentos que la abuela de mi marido, Lola, maestra, repartía en el patio del Colegio de Prácticas Número 1 de Málaga. «Dos o tres veces a la semana, las maestras de las niñas de 5-6-7 años calentaban la mezcla de leche en polvo y agua; todas esas niñas que asistían a las escuelas públicas nacionales la tomaban en el recreo. También se repartía queso. Lo que sobraba lo llevaban las niñas a sus casas», cuenta mi suegro. A ninguna maestra se le ocurría llevar esa ayuda a casa y tampoco recibían dinero extra ni había una burocracia inmensa para repartirla. Mi abuelo pudo hacer la evaluación rápida y objetiva de esa ayuda.

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