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EL RECUADRO

El 78

Tenemos que acuñar «setentayochismo» para definir cuanto Sánchez y sus socios quieren borrar de España

Antonio Burgos

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En la libretilla donde anoto los asuntos más candentes del politiqueo patrio tengo apuntado que la frase más afortunada y redonda de la semana, por su verdad y su valentía, ha sido la de Feijóo en el Foro ABC: «El Gobierno de España está intervenido ... por sus socios». Sánchez hace lo que le piden o le exigen sus socios separatistas de ERC, sus socios herederos de la ETA de Bildu, sus socios y compañeros de bancada azul de Podemos. No es que Sánchez esté en manos de ellos para perpetuarse en el poder. Es que los españoles estamos en sus manos. De ambos: del ego de Sánchez y de las exigencias antiespañolas de sus socios. Todo ello se resume en otra frase de mi libretilla, que se la leí al líder Carlos Herrera tras la muerte de Benedicto XVI y de Nicolás Redondo, el viejo luchador sindicalista que en Suresnes cedió los trastos de ganar a González, para que fuesen este socialdemócrata y su escuela sevillana quienes gobernasen el partido, gracias a lo cual logró la mayoría absoluta de 1982. Ay, aquel PSOE que nada tiene que ver con lo que hoy representa su sucedáneo, el sanchismo. Ay, aquella moderación, aquel sentido de Estado, aquel clima de consenso que llevó a una Transición modélica, en la que muchos renunciaron a mucho para que todos cupiesen en el sistema, y que podemos sintetizar y simbolizar en el espíritu de la Constitución de 1978.

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