bala perdida

Los forofos felices

El Mundial fue una fiesta. Para algunos, una boda mejor que la propia boda. Para otros, el verano mejor de la vida

Irse lejos

Ábalos, estrella del rocanrol

Doña Sofía, la Reina, se metió en los vestuarios y casi caza a Carles Pujol en plena ducha. Nadie, que yo recuerde, tiene esa foto más bien estupefaciente de saludar en público a la Reina con una escueta toalla a la cintura. Los zagales de ... Vicente del Bosque improvisaron los saludos con todos o casi todos los tatuajes al aire. Don Felipe y Doña Letizia estuvieron en el palco como dos forofos que van a ver jugar a unos chicos de la familia. Allí estuvieron Rafa Nadal, y Pau Gasol y Plácido Domingo. Sara Carbonero salió pichichi de belleza del Mundial sin meter un solo gol. Cito rápido a algunos de los ilustres o populares que pusieron calor y color en la afición española, que también jugó en Sudáfrica, naturalmente. La final la rematamos en la prórroga, ante Holanda, con gol de Andrés Iniesta, al que José Antonio Camacho, poeta de estas retransmisiones planetarias, rebautizó 'Iniesta de mi vida'. Iniesta es un tipo de la familia, desde entonces, un socio que nos hizo felices. Estamos glosando el día 11 de julio de 2010, pero, por extensión, el primer verano en que fuimos campeones del mundo, allá en Sudáfrica. Han pasado quince años y nosotros, los de ayer, no somos los mismos, aunque hoy un poco sí. Allí estuvieron Charlize Theron, Mick Jagger y Leonardo DiCaprio. La final tuvo el prólogo del ombligo de Shakira. El Mundial fue, en fin, una fiesta. Para algunos, una boda mejor que la propia boda. Para otros, el verano mejor de la vida. Recuerdo que hubo un tipo español que se plantó en Sudáfrica, desde Valencia, en Vespa, para animar a la selección. Con un par. Es lo que hicimos todos, convencidamente, sólo que sin llegarnos directamente a Sudáfrica, y sin Vespa. Estuvimos sin estar. Como hoy mismo. Este recuerdo de un triunfo soleado y total nos hace más llevadero el cruel domingo. Yo creo que los Príncipes, hoy Reyes, guardan para siempre aquellas bufandas de forofos. Y nosotros también, porque aquellas bufandas únicas son un jirón de alegría que se lleva por dentro.

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