el batallón

Monigotes

Desde Irak y por la espalda, Sánchez eligió un 28 de diciembre para burlarse otra vez de sus votantes y regalar a sus socios de Bildu la capital de Navarra

El 'lawfare' sanchista (21/12/2023)

Otra verdad incómoda (14/12/2023)

Antes, en ese siglo XX cada vez más añorado, todos los 28 de diciembre solías ver por la calle a un tipo con un monigote de papel a la espalda. Era común que así, con esa broma infantil, tan naif como inocua, se celebrara en ... carne ajena la festividad de los Santos Inocentes. En el Metro, en el patio del cole, en el trabajo, en el bar... la cosa era ver cuánto aguantaba la víctima portando la figurilla de burla en el envés, con esa especie de sambenito tan pueril como inofensivo que te recordaba –mientras aguantabas la risa para que el 'mirlo' no se diera cuenta del rejón que llevaba al lomo– que aún estabas en Navidad. El retruécano se producía cuando el que se reía o el que se lo colocaba a otro mientras te guiñaba el ojo pícaramente, llevaba su monigote a la espalda.

Entonces también los periódicos incluían una inocentada a sus lectores en forma de noticia tan aparatosa e insólita que saltaba a la legua que era una chufla. 'La Cibeles, en venta', 'Butragueño jugará en el Barça la próxima temporada', 'Todos los coches del Scalextric deberán pasar la ITV'... entrañables tontunas veniales que provocaban una sonrisa al lector. Bueno, no todos los diarios lo hacían cada 28 de diciembre, había uno tan presuntamente serio y formal, tan «independiente de la mañana», que nunca publicaba su inocentada, no fuera a confundir a sus lectores con el material informativo que les suministraba habitualmente.

Hace años que se perdió esa tradición del monigote a la espalda. Aunque puede que no del todo... Ayer asistimos a cómo Sánchez eligió la fecha para, por poderes y con la collonería de hacerlo desde Irak (nada menos que a 5.500 kilómetros de donde se producía tan alevosa deslealtad, en Pamplona), colocar un monigote gigante en la espalda a todos sus votantes a los que prometió que nunca pactaría con los proetarras, si bien en el pecado llevan esos electores la penitencia teniendo en cuenta el ubérrimo historial de trolas que el personaje ha venido acumulando desde antes incluso de llegar a La Moncloa. Ahora no vale llorar, o al menos esas lágrimas sirven para más bien poco. No solo les mintió entonces y se burló de ellos antes de las elecciones de julio, sino que, a más a más, ahora no sólo se apoya en Bildu sino que les regala la capital navarra, subvirtiendo el hasta ahora papel de uno y otro socio, resignándose así el PSOE a ser una especie de lacayo periférico de Bildu. Costaleros de Otegi y sus secuaces, menuda broma macabra.

Pero Sánchez no debiera confundirse, que él también tendrá su retruécano en esta histórica traición. Puede que él se haya burlado de forma vil de los españoles, en general, y de los navarros y pamploneses en particular, pero al mismo tiempo que volvía a desnudar su alma y a traspasar ese traje milrayas de líneas rojas, tanto los proetarras como los separatistas saben que tienen su monigote en La Moncloa. Triste manera de pasar a la historia, pues ese sambenito infamante le acompañará para siempre. Indeleble, será su sombra perpetua.

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