EL BATALLÓN
Por el arco del triunfo...
Hace tiempo que Sánchez perdió el respeto a los españoles; ahora, tras el sainete de ayer, se ríe a carcajadas de ellos
Obediencia debida y punto final
De qué demonios se hablará ahora en el metro
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Iniciar sesiónDe la larga lista de trampas, engaños, manipulaciones y aparatosos triles con guantes de boxeo («¿dónde está el balón medicinal?») que Sánchez ha dispuesto para mantenerse en el poder, la segunda fuga de Puigdemont es la más lacerante para el Estado, la que más daño le hace ... , la que no sólo deja en un pésimo lugar al prestigio y eficacia de la Guardia Civil, la Policía Nacional y del CNI (los Mossos están sometidos al férreo control del separatismo político) como pilares fundamentales de la seguridad de los españoles, sino que convierte a España en poco menos que la casa de tócame Roque, un país de chichinabo en términos de vulnerabilidad de sus fronteras y con una seguridad jurídica muy justita, un lugar, en definitiva, donde se retransmite en directo la segunda desaparición de un prófugo de la Justicia. A ver qué demonios de reproche al PP se inventa Sánchez para justificar la situación de un forajido al que él mismo prometió traer esposado antes de las elecciones «porque se le ha escapado a usted, señor Rajoy». ¿Y ahora a quién se le ha escapado?
Hay una teoría que va cuajando con el sentido común y que convierte a Sánchez, por omisión activa o 'acción omisiva', en cómplice de esta segunda fuga del pelucón gerundense. ¿A cuento de qué consiente que el alcalde socialista de Barcelona le monte un escenario y pantallas gigantes en el centro de la capital catalana para la reaparición de un prófugo? La ausencia de referencias a Sánchez en el discurso entarimado de Puigdemont, previo a su nueva desaparición, deja en el ambiente un clarísimo pacto entre ambos, al estilo del acuerdo vergonzoso firmado por Santos Cerdán en Bruselas gracias al cual el marido de Begoña sigue en La Moncloa.
En el sainete de ayer sólo faltó un concierto del hermano músico de Sánchez y que Begoña Gómez le hiciese un preludio a Puchi de las ventajas del márketing digital de 360 grados, «donde convivan la multicanalidad con la segmentación del cliente empoderado»... y olé. La gente, los cuatro gatos que demostraron que al catalán le tira más la playa que asistir a la bienvenida de un expresident, se rompería las manos a aplaudir tan completísimo espectáculo. Sanchismo 360, a todo lo que da, dejándose la piel en la exhibición de la rendición del Estado. Después podrían subir al escenario Pumpido, García Ortiz y Patxi López arrancándose a trío con una égloga a la amnistía en un esmerado catalán digno del valenciano Joanot Martorell, autor de la más brillante alhaja literaria de esa lengua.
Hace tiempo que Sánchez les perdió el respeto a los españoles, mintiéndoles a la cara como rutina siempre enmascarada en un simple cambió de opinión; ahora ya se ríe de ellos, de todos nosotros, a mandíbula batiente desde La Mareta, Las Marismillas o La Moncloa. En realidad, ayer el fugado no fue Puigdemont, fue él con ese silencio atronador ante la infamia de ayer en el Arco del Triunfo, toda una metáfora de por dónde se pasan, a pachas, la ley el separatismo y el sanchismo.
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