el batallón
Lo que también abrasa el fuego
En los incendios de esta semana hemos asistido a la reedición del espíritu de aquel literal y bochornoso «si quieren ayuda, que la pidan» de Sánchez
Puente, a quemar las redes
Los amigos de Peter
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Iniciar sesiónEn la inmensa tea de este agosto de los mil y un incendios no solo se calcinan hectáreas y hectáreas de tesoro natural en un nuevo golpe al futuro de esa España vacía que ya apenas invita a la melancolía, también se abrasan –decimos– ... los últimos rescoldos de lo que debería ser un Estado fuerte y solvente que proteja a sus ciudadanos dentro y fuera de España, porque ya ha sido reducida a la condición de mero oyente de las decisiones más o menos geoestratégicas que otros acuerdan en el extranjero. Conviene olvidarse de que fuimos una nación, o al menos eso creíamos, desde que Sánchez habita en La Moncloa («Pedro, ¿pero tú sabes lo que es una nación?», le dijo hasta esa 'eminencia' llamada Patxi López). El marido de Begoña ha terminado de descoser los hilvanes que dejó Zapatero con la voladura descontrolada del orden territorial –a pachas con Artur Mas, en aquel 'pacto del Marlboro' del Estatut– diseñado en la Constitución (milagrosamente vigente) que los españoles acordaron dibujar en los años de la bendita Transición. Hay que recordar la zopenca explicación (pasó las de Caín) que en su día ofreció Zapatero sobre el concepto nación. En realidad, todos los grandes males de España se deben a la intervención decisiva de ZP, el 'Metternich leonés', hoy convertido en un rumboso lobista de las grandes dictaduras del mundo, desde Pekín a Caracas, rompiendo la promesa de dedicar su prejubilación política –¡tanta paz lleves como descanso dejas!– a contar cirros, cúmulos y nimbos con la que los españoles respiraban aliviados tras librarse de semejante lastre.
En los tremendos fuegos de esta semana hemos asistido a la reedición del espíritu de aquel literal y bochornoso «si quieren ayuda, que la pidan» tras la catastrófica riada de la dana, repitiendo ese Sánchez ajeno, distante, casi desdeñoso respecto al sufrimiento de la gente, mientras España ardía por los cuatro costados, quizá porque los peores incendios afectaban a comunidades regidas por el PP (ya saben, todos fachas). Desde su veraneo en La Mareta no ha sido capaz ni de llamar por teléfono a los presidentes de las regiones más abrasadas por las llamas, un desdén insólito e incluso insultante si tenemos en cuenta que la pira coge media España. Puede que en su disposición a socorrer a los políticos locales, ni tan siquiera con ánimo solidario, esté el recuerdo de aquel anciano sabio que en el incendio de la sierra de la Culebra de 2022 le dejó en ridículo con un demoledor «¿arreglarlo tú?, ¡tú qué vas a arreglar!» ante la pomposa y engolada promesa de solución pronunciada por Sánchez. Es tan arrogante que aquello seguramente se le quedó grabado. Hace tres agostos, 60.000 hectáreas de esa sierra zamorana quedaron reducidas a cenizas. En este 2025 han vuelto a arder esos montes. Hasta el miércoles pasado se habían perdido 17.000 hectáreas. ¿Arreglarlo tú?
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