el batallón
Los amigos de Peter
Júbilo máximo en la guarida de Waterloo donde se esconde el forajido y donde, visto lo visto, Santos Cerdán se encontraba como en casa
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Iniciar sesiónTras las dos semanas de subida a ese Gólgota rodeado de ladrones y 'sobrinitas' (presuntos los unos y las otras, claro), Sánchez, ese zombi enamorado, ha resuelto en dos días las dudas de sus simpatiquísimos socios, grandes amigos de España, sobre las formidables ventajas ... de mantenerle en La Moncloa hasta que termine la legislatura y más allá. Su parvulario y desleal comportamiento con los países aliados en la pasada cumbre de la OTAN estaba dedicado a calmar a Yolanda Díaz y su partido menguante, no le fuera a dar un soponcio armamentístico después de que Compromís haya también abandonado el barco de Restar. A Sánchez le importa un comino España y la imagen que proyecta en el exterior, su prestigio y su solvencia, es el verdadero paradigma del «ande yo caliente...» y no pierde un nanosegundo en demostrarlo aunque para ello tenga que arrastrar por un zarzal el crédito internacional de nuestro país. El numerito de colocarse un metro más allá del grupo en la foto de familia para distanciarse del resto es de un infantilismo conmovedor que seguramente convenció a Yolanda.
Cerrado este flanco por la ultraizquierda, acogido al alcanforado vestigio del 'antiamericanismo', del «yankis go home», del «OTAN no, bases fuera» y todo aquel alpiste progre-pacifista de los ochenta, veinticuatro horas después el 'comando Pumpido' se ponía a la tarea de apaciguar a la parte separatista del edificio sanchista. Para ello no dudó en sepultar el espíritu y la letra misma de la Constitución y hacerle una higa (o butifarra en este caso) a su promesa preelectoral de no amnistiar a los golpistas del 'procés'. Pero la sentencia va más allá de olvidar el golpe del 17-O, de borrar de la historia todo lo ocurrido y echarle la culpa al Estado que sólo se defendía; va de la apertura «de un proceso constituyente», tal y como se le escapó hace tres años, desde el banco azul del Congreso, a Juan Carlos Campo, hoy magistrado del TC y lugarteniente de Cándido. Aquello no fue un lapsus, parece claro que Sánchez le encomendó seguir la tarea en el Constitucional.
Júbilo máximo, por tanto, en la guarida de Waterloo donde se esconde el forajido y donde, visto lo visto, Santos Cerdán se encontraba como en casa. Y también vivísima alegría en el resto del separatismo. Para Rufián, por ejemplo, es una de las mejores noticias que pueda escuchar después de que el Espanyol haya conseguido salvar la categoría esta temporada, que ya hay que tener mala suerte para ganarte la vida hablando mal de España y que el equipo de tus amores sea su gentilicio. En cierto sentido, el portavoz de ERC en el Congreso comparte con Sánchez su desmemoria y esa manía de hacerse de vientre en su propias palabras pues hace años prometió que iba a dejar el Congreso: «No hay plan B. Ni un día más, regreso a la República Catalana». Se cumple una década de aquella promesa y Rufián no ha encontrado el momento. A lo mejor los 134.000 euros al año del erario españolazo han tenido algo que ver en tan sacrificado ejercicio de resistencia en «la caverna de Madrit». Los amigos de Peter son así y eso no tiene precio.
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