La Tercera

Guateque y volcán

Álex de la Iglesia surgió con la valentía de numen de un miembro de la Orden de Caballería del Juego Más Allá de la Moral

Elogio (sincero) de la Constitución (7/12/2023)

Sigue siendo 7 de octubre (7/12/2023)

Sara Rojo

Álvaro Cortina

Entre el imperio de la ley de la naturaleza y el imperio de la norma humana vindicó Friedrich Schiller un espacio para el juego libre, exclusivo coto de la imaginación. Este padre del romanticismo sostuvo que el arte «libera al hombre de las cadenas ... de todas las circunstancias, y lo dispensa de cualquier obligación, tanto física como moral». Así, como el arte es algo que se ve o se oye, decimos que es sensible; como es, además, gratuito y espontáneo, conjeturamos que ha de proceder del corazón humano. Schiller postulaba que la exposición, placentera o estremecedora, a ese lúdico centauro libre/sensible nos hace mucho bien. Él recomendaba el contacto con las artes y las letras para el buen curso de las repúblicas. Sin necesidad de leer al alemán, la gente ha tributado siempre gran admiración por las recreaciones de los genios. Acaso, la primera lección que el autor imaginativo nos da a los ciudadanos, la más inspiradora, sea la de la libertad.

Este año, el estreno de la película 'Acción mutante', de Álex de la Iglesia, ha cumplido 30 años. ¡Formidable impacto de libertad el de esa cinta! Hoy, la existencia de aquella locura (que versa sobre un grupo de contrahechos terroristas que secuestran a la bella hija de un empresario el día de su boda y que se la llevan a otro planeta) continúa siendo poco menos que inexplicable. Al mismo tiempo, se puede ver esta astracanada-espacial-wéstern como algo necesario, irreversible, constituyente: ¿qué otros adjetivos habremos de emplear los admiradores? Imposible, aunque necesaria; aunque intocable y soberana, absurda como un sueño en fase REM. Además, por supuesto, como ocurría con las mónadas, que eran partículas elementales que componían el Universo y, al mismo tiempo, lo representaban entero en miniatura, había ahí una posterior filmografía 'in nuce'. El genuino tema eclesiástico, esto es, la intimidad de caos en la entraña de todas las cosas, trasparece con nitidez en 'Acción mutante'. Veamos una escena. Interior-noche: unos novios introducen el cuchillo en la tarta de la boda, se oye un chillido de dolor, y de la tarta sale, manchado de merengue, El Chepa, uno de los mutantes. Está herido por el arma blanca y tiene, además, un arma automática: parece dispuesto a disparar. Suena la música y sale la ráfaga.

Contra la burocracia, cuyo principal oficio es convertirnos en pobres diablos aburridísimos, y contra otras fuerzas que impelen al adocenamiento y a la corrupción, surgió De la Iglesia con la valentía de numen de un miembro de la Orden de Caballería del Juego Más Allá de la Moral. ¡Zas!: apareció éste con la convicción de un fanático sacerdote del 'ápeiron'. Como Gracián o Galdós, aterrizó en la esfera pública terrícola ya hecho; comenzó su andadura jovencísimo y completo, como un androide, como un 'puer senex' sideral. De esta manera, hace tres décadas y muy de sopetón, con un gesto solo, dilató De la Iglesia la imaginación de España.

¿Cómo fue la proeza? No sé. Alguien le debió de retar a aquel dibujante de Bilbao de una manera similar a lo que se cuenta en 'El soldado fanfarrón', de Plauto. Cuando un tipo asegura haber saltado mucho en la lejana Rodas, alguien le reta así: «Hic Rodus, hic salta!». Es decir: «¡Aquí tienes Rodas, salta aquí!». Y, efectivamente, en nuestra historia, el artista de fanzines y admirador de Juan Piquer Simón brincó. O, ¿cómo surgió 'Acción mutante'? ¿Dónde, en qué dimensión, se fue atesorando energía para tensionar aquel arco y soltar esos libérrimos disparates sensibles? Schiller tiene razón: a los ciudadanos nos sientan bien estas personas, moradores entre dos reinos.

Sostiene hoy uno de nuestros ensayistas que «las grandes creaciones artísticas se producen en soledad». Mmm… No sé yo. Para empezar, esto no se aplica al cine. Por ejemplo, el actor que salía ensangrentado de la mencionada tarta de merengue, Ion Gabella (hoy desaparecido), era quien ostentaba la joroba de mutante y era quien disparaba el subfusil. Además, había entonces otros tantos actores que corrían por ese escenario y, supongo, unos técnicos andaban también por allí con sus cables y sus retos. Así, el artista solitario o el escritor puede decir: «hice», «pinté», «escribí»; el cineasta responderá, más bien: «hicimos», «escribimos», «rodamos», «disparatamos«. Seguramente, mientras redacto estas líneas, De la Iglesia se halla sentado en una silla plegable junto a un combo entre cámaras, rodando en primera persona del plural.

Tras la creación, se requiere la conservación de lo creado: tan importante ésta para Descartes y Leibniz como lo primero. Aquella locura, con más minusválidos que en Lourdes, dio relevo a otra locura. La llama del delirio perduró. En estos decenios, el caudal cordial y multimaníaco de tullidos, brujas, demonios y oficinistas de De la Iglesia no ha menguado un ápice. Se ha mantenido fiel a aquel acto fundador con imagen de guateque en llamas (como los cuadros de 'vanitas', con bodegón y calavera). Este volcán fílmico, este Mäelstrom de pantalla, este eclesiástico 'juggernaut' de imagen y sonido, continúa con las mismas fiebres. Como en uno de esos grandes depósitos petrolíferos de Texas, el pozo sigue expulsando entraña. Yo propongo este recuerdo de aquellos mineros locos y de Ramón Yarritu (Antonio Resines), pero es que acaba de salir hace nada la segunda temporada de la serie '30 Monedas' y, pronto, seguro, tendremos en cartel otra de sus ficciones...

¿Le preguntamos cómo lo hizo o cómo lo hace? Nos podemos poner tiernos al admirar a este pródigo 'morrosko' superlativo, pero yo creo que sería impertinente preguntarle además por su secreto. En 'Mr. Arkadin', de Orson Welles, se refiere una anécdota de un gran señor que le dice a otro: «¡Pídeme lo que quieras!». Éste responde: «¡Todo salvo vuestro secreto!». En el fondo, esto refleja bien la naturaleza del más libre creador: él o ella desconocerá el origen de la energía acumulada en el arco subterráneo de su imaginación. Acaso, los secretos más preciados del artista están ocultos también para el artista. Acaso, opera merced al guiñol del inconsciente.

Nuestro hombre no descubrió una trama, o una porción de ellas, sino más bien una entera frecuencia. Hoy sigue convenciendo a otros seres humanos adultos para que se pongan pelucas o prótesis, mueve bramantes camiones y detiene estradas populosas, planta grúas y cámaras, e insiste en urdir monstruosidades entre una multitud con 'walkie-talkies'.

Entre las querellas de la estética de Occidente, no pocas se han visto motivadas por el didactismo. Entre otras cosas, para los clasicistas y liberales españoles de principios de siglo XIX, Calderón de la Barca ofrecía un dibujo de costumbres poco edificante. Lo denostaban por ello. Estas posturas en favor del didactismo, defendían, como Schiller, la importancia de la creación para la ciudadanía; no obstante, tergiversaban la doctrina romántica en lo fundamental: si los protagonistas son villanos o locos, lo mismo da. Para Schiller, sólo el arte libre, juego soberano, desentendido, flotando sobre la naturaleza y sobre la moral, podrá propagar la electricidad de su misterio y las prendas de su lección. En el cine, además, esto se contará en primera persona del plural. Álex dice: «hicimos», «escribimos», «rodamos», «disparatamos»...

SOBRE EL AUTOR
Álvaro Cortina

es escritor

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